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abril 25, 2024

Voces

Manifiesto | Osorio, el panista

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Abraham Mendieta 

De una manera extremadamente amable, la mayoría de los medios de comunicación nacionales han reportado que el Senador Miguel Ángel Osorio Chong deja la coordinación del grupo parlamentario del PRI en el Senado de la República. ¡Qué amable se volvió la política! ¡Qué institucional y civilizado se volvió el relevo político en el PRI!

Pero nada más lejos de la realidad: Osorio Chong no se va, lo corren, y tienen motivos para hacerlo, pues durante el tiempo que encabezó este grupo parlamentario, solamente él y su compañera Claudia Ruiz Massieu, disfrutaron de los reflectores y las prebendas de las que disponen las bancadas legislativas.

Quienes se sorprenden porque Beatriz Paredes o Ramírez Marín hayan apoyado la propuesta para sacar a Osorio Chong de este órgano de dirección legislativo, deberían asumir, que hasta ahora, ha estado secuestrado únicamente por los intereses personales del ex secretario de gobernación en los tiempos de Enrique Peña Nieto.

Pero peor aún, durante la gestión de Osorio, el PRI en el Senado se volvió la más barata y torpe de las patas legislativas del Partido Acción Nacional, torpemente comandado por el veracruzano Julen Rementería.
Durante estos últimos cinco años, el PRI perdió por completo su autonomía legislativa, e incluso sus senadores, muchos de ellos exgobernadores, no pudieron desarrollar ni una sola de sus propuestas legislativas, si no pasaban por el filtro de los panistas y de la agenda nacional impuesta por Claudio X González, en su alianza mafiosa “Va x México”, algo que molestó no solo a estos senadores en términos personales, sino que atentó contra aquella tradición institucional, que durante tanto tiempo presumió dar forma al PRI.

Mientras Osorio Chong decide si su berrinche lo lleva a integrar otra bancada, el senador Manuel Añorve tiene la tarea más pesada: lograr que el PRI, el partido fundacional del régimen político mexicano, se diferencie del Partido Acción Nacional, ese que durante décadas simuló ser su némesis, y que hoy carga tras de sí la pesada cruz de García Luna y Felipe Calderón.

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