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Dos hombres golpean a su amigo hasta darle muerte para vender sus pertenencias y comprar más droga y alcohol.
Redacción Grupo Cantón.
“¡Ándale wey, échate la otra de una vez!”, dijo Dayron“N” a Miguel “N”, mientras José “N” le subía el volumen a la bocina que hace un par de meses, Dayron había comprado para ambientar las parrandas. “Cámara wey, tú también jálale”, expreso Miguel con una botella de tequila en la mano, mientras José se daba un pasón de polvo blanco para estar al nivel de sus amigos, y entre música, drogas y alcohol, aquella noche la pasaron muy bien.
Desde hacía varios meses atrás José, Dayron y Miguel era inseparables, pues solo se separaban para ir a trabajar y sacar dinero para las próximas pedas las cuales duraban días y a veces hasta semanas. Sin embargo, cuando José llegaba a casa su mamá no se cansaba de regañarlo por estar tantos días ausente “¡Me tenías con el Jesús en la boca!”, decía la mujer con lágrimas en los ojos, pero el joven tan solo la escuchaba. “¡Los amigos no existen, ellos no son tus amigos!”, decía, pero parecía que al muchacho le entraban las palabras por un oído y le salían por el otro.
ANTECEDENTES
Aquella tarde los sujetos habían comenzado a tomar desde temprano, pues al parecer Dayron se había levantado crudo de tanta droga que, días anteriores había inhalado, “Cáiganle, weyes, ya se la saben”, les dijo a través de un grupo de WhatsApp a Miguel y a José, quienes no la pensaron dos veces y salieron de sus domicilios hechos la mocha con dirección a la casa de su amigo, la cual se encontraba en la colonia Granjas Coapa, alcaldía Tlalpan. Al llegar, los tres sujetos salieron del domicilio y fueron a surtir el refrigerador de Dayron de pura cerveza a un Oxxo que se encuentra a unas cuadras. “Hay que armar el vaquero”, dijo Miguel, por lo que Dayron y José sacaron sus carteras para pagar los cartones.
GOLPIZA
La fiesta entre los tres sujetos se puso buena, había música, coca, mota, alcohol, cigarros y hasta sopa instantánea para amortiguar el hambre por días, pues los tres sujetos solo se despertaban para continuar en el ambiente. Fue así que pasó una semana hasta que Miguel se comenzó a alterar “¡Wey, Dayron!,¡ya no hay más polvo!”, expreso mientras se jalaba los cabellos de la desesperación por no tener con qué continuar. “No tengo ya wey, pregúntale a José, creo que se durmió en el baño”, respondió Dayron, con un ojo abierto y otro cerrado del sueño. “Wey, José, ¿tienes polvo?”, dijo Miguel luego de tocar la puerta del baño “Si tengo poquito, pero, lo guardé para mí, wey”, respondió mientras salía de baño y se sentaba en el sillón. “¿No seas ojete, ¿no te vas a mochar wey?, Así te vas a poner, José?, ¡cámara ya sácala!”, dijo Miguel, sumido en el viaje y en la desesperación. “No wey, ya te dije que es para mí, quién les manda andar de pinches atascados”.
Más tardó en decir eso, que en lo que Miguel se le fue encima y le soltó el primer golpe. “¡Déjame, déjame wey!”, gritó José mientras Dayron se acercó y expresó “Eso te pasa por ojete” y, sin mediar palabra, los dos sujetos comenzaron a golpear a José, pues entre la droga y el alcohol, se les fue el avión. Los golpes sonaban hasta la calle, pues según vecinos, se escuchaba algo que pegaba en el suelo, así como algunos gritos que se perdían entre el ruido de la ciudad.
CADÁVER
Después de que los sujetos golpearon a su compa, el pobre quedo inconsciente y como ambos querían seguir consumiendo alcohol y drogas, optaron por robarle la ropa y lo tenis a la víctima, para venderlos y comprar más droga. Una vez que los dos sujetos regresaron al domicilio con caguamas y unas piedras de coca, no contaron con que José seguía recostado en el piso “José, carnal ya regresamos”, dijo Miguel mientras con un pie movía el cuerpo del joven, “Wey no responde”, le dijo a Dayron, quien se arrodilló y tocó la frente de su amigo, “Wey, ¡Creo que… está muerto!”, afirmó el joven. Luego intentaron huir, pero la tira les cayó.
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