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abril 23, 2024

Voces

Arreando al Elefante | In Memorian

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Ana María Vázquez 

Tocó a mi puerta una tarde, habíamos trabado una gran amistad luego de que, tras representar exitosamente una de mis obras, nos uniera la admiración mutua. “Me dejó”, me dijo mientras intentaba sostener su cuerpo tambaleante por el alcohol y las drogas, “vine a despedirme de ustedes, hoy me mato”.

Pasamos hablando esa tarde, hasta la mañana del día siguiente, mi marido nos acompañó un momento luego de regresar de su función y se fue a dormir, mientras nuestro amigo bebía y consumía cocaína sin parar; destrozado por un amor fallido, lloraba y gritaba. Se desahogó, yo escuchaba e intentaba razonar con él, pero no oía mis palabras, cuando acabó su dosis (y traía mucha) llamó a su dealer para que le surtiera (a crédito), el proveedor llegó al poco rato y despedí a mi amigo -ese hombre no entra a mi casa, le dije; el traficante se lo llevó y recuerdo las últimas palabras de éste: “hermanito, no te preocupes, el crédito que quieras, aquí traigo más”.

Los días que siguieron fueron un alud de acontecimientos, su condición se había agravado y dado su estado de intoxicación lo escondieron para que la opinión pública no se enterara mientras un médico particular lo atendía; cuando su estado de salud se tornó incontrolable, lo ingresaron secretamente en el hospital, no nos dejaron verlo; sus excesos le habían provocado varios microinfartos cerebrales que derivaron en parálisis facial y parte corporal (su “hermanito”, el que llegó por él a mi casa le robó su auto, el condominio de la Del Valle, sus cuentas bancarias y casi la vida).

No supe de Alonso en años, hasta que un día volvió a contactarme por una red social, me contó de su estado de salud y de las veces que intentó rehabilitarse hasta que lo consiguió, y aunque su carrera como actor se vio truncada porque sus problemas del habla eran graves por las secuelas del consumo, retomaba su trayectoria como maestro; un breve tiempo después volvió a escribirme: “¡Oye, me nominaron por 4 Lunas!”.

Su último mensaje fue la felicitación por mi cumpleaños. Hoy me entero que ha muerto y vienen a mí todos los recuerdos agridulces.

Quedó pendiente el volver a vernos, el que montara mis obras en la U de G, el que yo fuera a Guanajuato, nos diéramos un largo abrazo y nos tomáramos un café. Hasta siempre, Alonso Echánove.

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