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Historia de vida: Enfermera fantasma

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Su rostro jovial parecía requerir ayuda y se esfumó del asiento trasero de mi taxi

 

Marcos H. Valerio

Llevo ocho años en la ruleteada y me ha pasado de todo. Pero hace como dos años, tuve la peor de las experiencias.

Todos los viernes empiezo desde temprano y trabajo hasta las siete de la mañana del sábado, sobre todo si es quincena, pues me va del uno.

Esa noche, en la avenida San Fernando y Calzada de Tlalpan, frente al mercado de flores, estaba una chica menudita, muy guapa, vestida de blanco como enfermera. Me hizo la parada, muy amable me saludó y me pidió de favor la llevara al pueblo de Parres.

Antes me advirtió que vivía en las orillas del poblado, que el lugar no estaba pavimentado y que transitaríamos por unos 200 metros de terracería, incluso estaba oscuro.

Su rostro jovial reflejaba dolor. Pensé que era el cansancio y fastidio tras finalizar una jornada laboral, más cuando terminas de madrugada y cuidando enfermos.

Siempre hago la plática a los pasajeros para hacer ameno el viaje; sin embargo, mis comentarios no le arrebataron una sonrisa, siempre se mostró seria, nunca siguió la conversación, por lo que mejor callé.

Hasta llegar al pueblo de Parres me dirigió la palabra, con voz suave me señaló que tomara una calle bastante solitaria, posteriormente dimos vuelta a la izquierda y me condujo por un camino de terracería. Como había baches y lodo mantuve mi mirada en la brecha, sentí escalofríos, creí que era parte del desvelo; al no observar casas, miré por el retrovisor para preguntarle ¿hasta dónde?

Y fue ahí. Miré por el retrovisor y no había nadie, la enfermera no estaba… Observé hacia el piso, pensé que se había agachado para recoger alguna moneda o algún objeto, pero no estaba.

Sentí muchos escalofríos, me atolondré, no podía maniobrar, los brazos me pesaban, sudaba frío, volteaba para atrás y no estaba.

Como pude, di media vuelta al auto y regresé, el cruzar nuevamente la brecha se me hizo eterna, mi cuerpo casi se desvanecía, pero no podía quedarme ahí. Tomé la carretera. Por primera y única vez sentí que mi alma me pesaba, como que quería irse, pero otra parte de mí la sujetaba. Lo que sí recuerdo es que veía constantemente por el retrovisor, como buscando a la enfermera.

No podía pensar, no recuerdo mucho del regreso, por lo que ignoro cómo manejé y sobre todo cómo llegué hasta la zona de hospitales de San Fernando y ¿por qué regresé ahí?, quizá buscaba asistencia médica o que alguien me explicara lo que pasó.

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