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Los verdaderos “juguetes “de la sociedad moderna

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Toy story 4 se estrenó en los cines el pasado 21 de junio en México y, a pesar de que la trilogía estaba técnicamente terminada, el estudio Pixar nos ha traído una nueva joya en su corona. Poco nos podemos quejar del filme, una premisa simple pero funcional para los niños, que es el público objetivo para el cual va dirigido ¿Verdad?

Si bien la franquicia siempre ha sido un producto audiovisual enfocado al área infantil, los niños que vimos la primera entrega hemos ido creciendo a la par. Esto no pasa desapercibido para los creadores de la saga, quienes siempre buscan de alguna manera incluir, tanto a los nuevos fanáticos de los juguetes, como a los veteranos; Y es que es inevitable obviar que cada una de estas películas tiene un tinte maduro, un detrás reflexivo que, a primera instancia no se percibe, pero analizando un poco más allá nos encontramos con grandes enseñanzas que sirven para la vida adulta de todos, en especial de los más grandes.

¿De qué va Toy Story 4?

Toy Story 4 retoma la historia de nuestros juguetes favoritos donde lo dejó la última película. Andy se ha marchado a la universidad y ahora Buzz, Woody y los demás están al cargo de Bonnie. Sin embargo, no todos sobrellevan la situación con la misma soltura. Woody echa de menos a Andy y se siente desplazado por Bonnie, que prefiere jugar con Jessie y los demás. Además, la niña ha creado su propio juguete en la guardería: Forky, un simpático tenedor de plástico, que se convierte en su favorito luego de que tuviera problemas para relacionarse con sus compañeros.

Evidentemente, nuestro vaquero favorito no se encuentra cómodo con la situación, cuando tenía un propósito claro con su antiguo dueño, el de cuidar de él y de los juguetes que le pertenecían. Sin embargo, lleva estoicamente la situación convirtiéndose en el guardián de Forkie, explicándole su objetivo para con su dueña.

El filme no solo aborda eso, pues también viejos conocidos vuelven a presentarse, en este caso la antigua relación de Woody: Be Bop, y una nueva oportunidad de hacer algo más para nuestro protagonista.

Woody es uno de nosotros

Woody es practicante cualquiera de nosotros en un momento de incertidumbre. Me atrevo a decirlo puesto que muchos de nosotros hemos enfrentado la desdicha de ya no tener un objetivo claro en nuestra vida; me explico: La psicología del personaje en esta película es de un ser que se siente abandonado, añorando una relación que ya no está, adaptándose a lo nuevo que puede haber sin poder dejar atrás su pasado.

Si lo ponemos en perspectiva (y probablemente algo de su servidor se filtre en la opinión), muchos hemos enfrentado el adiós en una relación, con un amigo, con la pareja que tengamos, con un familiar incluso. Duele si esta relación era uno de nuestros objetivos, que invariablemente llega a pasar por la convivencia de esta diariamente, la empatía que tengamos y muchas cosas más. Inevitablemente perdemos el rumbo cuando ya no está y nos es difícil ver adelante. Somos Woody en la película.

Todos tenemos problemas…

No solo él presenta estos problemas, una de las protagonistas, la muñeca Gabby Gabby (juguete inspirado en Chatty Cathy, una muñeca de Mattel que fue comercializada en los años 60) es el claro ejemplo de esto.

Al principio se nos presenta como una muñeca despiadada que haría lo que fuera por la caja de voz de Woody. Conforme vamos avanzando en la trama nos damos cuenta de sus razones de ser y sus intenciones.

Gabby Gabby quiere servir a su propósito, amar a un niño y llenarlo de felicidad, en este caso la nieta de la vendedora de antigüedades. Su defecto de fábrica, el de no poder articular bien sus frases debido a su caja de voz se lo impiden. A pesar de todo logra su propósito, quitarle la caja de voz a Woody para cumplir con su objetivo, pero cuando lo logra, la niña en cuestión la ve con indiferencia y la abandona en una caja en el suelo.

En un análisis hermenéutico de la situación, Gabby Gabby es alguien común que se enfrenta al desdén de la persona que le gusta, haciendo todo lo posible por gustarle. Sin embargo, y a pesar de lograr “componer” lo que creía estar mal con él (o ella), la persona en cuestión no le corresponde a sus sentimientos, terminando como un juguete sin un propósito.

 

La sociedad de los “Juguetes”

El capitalismo vino a darnos un panorama de nuestra existencia: somos reemplazables en cualquier momento; somos obreros, pequeños eslabones en la gran cadena de la economía. Es la sociedad en la que vivimos, de la forma que es regida. No podemos abstraernos de la sociedad en la que vivimos por lo que, de una u otra manera, las formas de relacionarse que se instauran terminan haciendo mella en nosotros.

Las relaciones liquidas son lo de hoy, según el filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman. Una relación liquida es una que tiene una duración efímera y que busca satisfacer necesidad y vacíos en nuestro ser de forma inmediata. La pareja entonces se convierte en un objeto, un juguete que usamos para complacernos.

Esa forma de relacionarnos, según Bauman, proviene de la “modernidad líquida”. En práctica, nos vemos obligados a integrarnos y adaptarnos a una sociedad que cambia con gran rapidez, por lo que se exige de nosotros una identidad flexible y versátil que nos permita afrontar esas transformaciones. Como resultado, desarrollamos una “identidad líquida”, que Bauman compara con una costra volcánica. Esa identidad se endurece en el exterior pero al fundirse, vuelve a cambiar de forma. Desde fuera parece estable pero desde dentro la persona experimenta una gran fragilidad y un desgarro constante.

¿Somos juguetes?

El sentirnos utilizados por las personas o las circunstancias puede estar presente en cualquier momento de nuestra vida, pero esto no significa que realmente seamos utilizados como un objeto. A veces la percepción que tenemos de nosotros mismos, la autoestima no nos deja ver que más allá de lo evidente, hay un abanico de posibilidades y razones por las que las cosas se dieron de esa forma. Y tanto hay personas que “usan” a otras para satisfacer sus necesidades, como las que buscan un bienestar mutuo. Hay de todo aquí.

Como Woody que al final se queda con su amor y con un nuevo objetivo en su vida, cada uno de nosotros debe buscar su propósito. Habrá días en los que percibamos todo como una rutina sin fin en la que no queda nada más que seguir por pura inercia, es nuestro deber darle un sentido.

Y si, las despedidas, como en la película, estarán siempre presentes. Solo recordar que no es un adiós definitivo, es un “hasta el infinito y más allá”.

 

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