La amenaza anaranjada trama desde la Casa Blanca el derrocamiento de regímenes extranjeros que no son de su agrado por estar al margen de la Constitución, según se acusa.
Pero el desquiciado republicano acumula 29 causas federales, estatales o locales, prefigurativas de delito; once referidas a sus negocios y a su campaña presidencial.
El rubro más recurrente se invoca en El Capitolio: Obstrucción de la justicia, lo que le da a la investidura y a la remisa conducta del Presidente un carácter anticonstitucional.
El pasado miércoles, las cosas se salieron de madre: Trump citó al liderazgo demócrata del Congreso para tratar temas sustanciales en agenda. Abortó la reunión en tres minutos y se presentó colérico ante la prensa para acusar a sus adversarios de conspiración.
Uno de los asuntos en cartera era el curso de las deliberaciones sobre el acuerdo comercial trilateral en El Capitolio. Sin saludar a los legisladores, Trump los emplazó en grado de chantaje: Investigaciones o inversiones.
La ecuación no tiene tercera vía: Se suspenden las pesquisas sobre su campaña y mandato, o no habrá T-MEC.
La deducción de la lideresa demócrata en la Cámara baja, Nancy Pelosi ve “cosas terribles. Se está encubriendo algo”.
El eje de la crisis deriva de las investigaciones del Rusiangate a cargo de Robert Mueller, quien concluyó que al menos 10 instancias del Ejecutivo han sido impedidas de proporcionar información sobre el asunto.
Otros colaboradores de Trump han recibido órdenes de no comparecer ante comités del Congreso.
El Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, huele a todo; menos a flores.