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SEGUIMOS ENTRE DOS FUEGOS EXTREMOS…

Del rencor pasamos a los votos; de éstos, con 30 millones de boletas de peso, a la euforia; después siguió la apoteosis de la popularidad mayor; seguimos entre dos fuegos extremos, el de los radicales que no admiten señalamiento alguno sobre el icono considerado intocable por su jerarquía y aquellos decepcionados, en menor o mayor grado, por la tibieza mostrada por el jefe del Ejecutivo contrastante con el furor de sus discursos opositores y sus propias exigencias de transformación; comenzó el escepticismo y finalmente sobrevino, en un terreno bien conocido por el mandatario, el beisbolero.

Pese a ello, Andrés Manuel López Obrador mantiene altos índices de aprobación de acuerdo a sus encuestas diarias pero ello no significa el “todo México” y debe reconocerlo no para lanzar descalificaciones “fifís” –para usar su lenguaje–, sino para gobernar con sapiencia con conocimiento pleno de que la oposición política no es lo mismo que un importante porcentaje de la población atenaceada por la crecida de la violencia, las contradicciones en la cúpula del poder y, sobre todo, la catarata de nuevos adjetivos injuriosos para quienes disienten o no están de acuerdo, al cien por ciento, con las decisiones del titular del Ejecutivo a quienes rodean dos decenas de enanos –no me refiero al físico, porque los pequeños me merecen el mayor respeto–, incapaces de actuar sin línea.

Ante las protestas el presidente ha tomado dos actitudes:

1.- Sorprendentemente, en el caso de la termoeléctrica de Morelos, asumió que nadie interrumpiría el progreso y lanzó un ultimátum contra los manifestantes con el saldo de un activista acribillado.

2.- Por lo general los espaldarazos guían sus discursos de circunstancias lo mismo para asegurar que habrán de darse soluciones acerca de los “desaparecidos” –sin subrayar que muchos de estos están muertos y que él tiene información segura al respecto–, y hasta respecto al magnicidio contra Colosio, una vez más desnudados sus principales autores intelectuales –los salinas y zedillo con Córdova Montoya y Domiro García Reyes de corifeos–, con el consiguiente clamor popular. No es nada nuevo pero el refresco a la memoria del colectivo inundó de indignación hasta a los muchachos que poco conocían del drama cuyas consecuencias, al cambiar el perfil histórico del país, están a la vista: devastación, hambre, terrorismo y violencia imparable.

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