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La fotografía que se difundió masivamente lo dice todo: el presidente Andrés Manuel López Obrador en un restaurante de Tijuana muy concurrido por la clase política, desayunando con Jaime Bonilla, horas antes de que se registrara como candidato de Morena a la gubernatura de Baja California.
Después, ya en el aeropuerto de la Ciudad de México, López Obrador dijo a reporteros de la fuente presidencial que el encuentro fue “de amigos”. Y sí lo son. Los hermana la afición al beisbol: en 2016, Bonilla invitó a AMLO a presenciar juntos el Juego de Estrellas de las Ligas Mayores, en San Diego. El hoy presidente presumió su foto con el gran pelotero “Big Papi”.
Aunque fue desayuno “de amigos”, las implicaciones políticas son evidentes.
Primero: el hecho ocurre, en público, cinco días antes de que inicien formalmente la campañas para las elecciones del próximo 2 de junio.
Segundo: se da luego de la fuerte escisión en Morena de la entidad: gran parte de la militancia con verdadera historia en las causas de la izquierda rompió con el partido. Se fueron a respaldar la candidatura de Jaime Martínez Veloz, quien trae un largo historial en estas causas.
Tercero: Es un acto de pleno respaldo a Bonilla, porque nadie se creyó la supuesta encuesta con la que lo designaron candidato de Morena.
Cuarto: Apuntala a Yeidckol Polevnsky, presidenta de Morena (también estuvo por ahí), quien ha impuesto por todo el país candidatos por la vía de las encuestas, presuntamente inexistentes.
Así, Bonilla tuvo que recurrir al espaldarazo presidencial, cual si en vez de ir arriba en las encuestas, fuera abajo.