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DAVID LEÓN ROMERO-EL ATLETA
Nada sería mejor que nacer, crecer, desarrollarnos y morir en nuestra tierra, con la gente que queremos y de la mano de nuestra cultura y nuestras tradiciones. Sin embargo, son muchas las causas que nos obligan a migrar, unas más dolorosas que otras.
La migración en muchos casos es el resultado de una serie de políticas equívocas. La violencia y la pobreza son dos resortes que no dejan opción alguna y expulsan a las personas de su territorio.
En el caso de México, hemos obligado a millones de mexicanos a dejar sus comunidades para migrar a las grandes ciudades de nuestro país y a países del extranjero en la búsqueda de prosperidad. Esos paisanos que han dejado México, paradójicamente se han convertido en el bastón de nuestra economía gracias a la gran cantidad de dinero que nos envían. En contraparte, los migrantes en su mayoría son de gran utilidad para los lugares a los que llegan. Representan una fuente de recursos humanos con ganas de trabajar y salir adelante. Estos migrantes son creativos y emprendedores, lo que genera productividad, actividad económica y riqueza, siendo un elemento fundamental para el desarrollo local. Si bien la migración tiene algunos aspectos positivos para los países de origen y los países destino, en el fondo, siempre estaré a favor de todos los instrumentos posibles que permitan a las personas no tener que abandonar su territorio. Para que lograr este objetivo, es fundamental generar condiciones de desarrollo, crecimiento y bienestar social, enmarcado en un entorno de paz y respeto, que nos permita vivir donde queremos.