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EL ATLETA-DAVID LEÓN ROMERO
Mi padre, un especialista en temas hidráulicos, hace más de 30 años, pronosticó que en las colonias de la capital del país, transitarían pipas de agua escoltadas por patrullas, derivado de la escases que el futuro prometía.
El pasado 30 de octubre, autoridades del gobierno de la Ciudad de México, informaron que 50 patrullas acompañarían a las unidades que la distribuirían, durante el periodo de reparación de los sistemas de abastecimiento de la ciudad.
El mantenimiento al Sistema Cutzamala realizado en días pasados, nos obligó a generar una dinámica distinta, un simulacro de escasez, que más allá de ser evento aislado, nos invita a construir una relación distinta con el agua.
En esta gran ciudad, coexisten la frustración de abrir el grifo y que no caiga una sola gota, y la angustia que provoca la inundación, que daña todo a su paso, realidades que sucede a solo kilómetros de distancia, conviviendo prácticamente en el mismo espacio de tiempo.
Esta situación nos obliga a configurar una relación distinta con uno de los elementos primordiales para nuestra existencia. Es momento de comportarnos bajo las condiciones de una emergencia, entendiendo que el agua es un bien finito y escaso.
La nueva relación con el agua debe tener como elementos fundamentales el respeto y la conciencia. El líquido que llega a nuestras viviendas, o viene de lejos, o es extraído desde las profundidades del subsuelo, ambas producto de una inversión energética enorme. Por ello, resulta primordial generar una lógica de consumo distinta, bajo cual, la medición y el registro sean los elementos torales, entendiendo que lo que no se mide, no se valora. Además, es necesario aprovecharla de manera responsable y con un profundo sentido de escases, que nos obligue a utilizar estrictamente cada mililitro disponible. E
n un segundo momento, resulta necesario convertir los problemas en oportunidades, como lo es el agua de lluvia.
