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Es para muchos conocido que mi querido Adal Ramones y su seguro pero asqueroso servidor, somos muy buenos amigos desde hace algunos años, y mi mujer Cristina y Karlita, la esposa de Adal, son íntimas, como uña y mugre; como calzón y caca, para que ustedes me entiendan mejor. De hecho, el domingo se fueron juntas a la semifinal de La Academia y estuvieron ahí apoltronadas muy contentas viboreee y viboreee todo el concierto. Si transmitieran todo lo que este par de hienas, buitres, chacales carroñeros dicen durante el concierto, romperían récord de audiencia, aunque no estoy seguro de que su lenguaje de ropavejero sea el apropiado para la televisión; pero de que estaría muy divertido, eso créanmelo.
El caso es que ahí, después de que presenciaron cuando se pelearon Horacio Villalobos y Héctor Martínez, director de La Academia y fueron testigos de cómo éste último abandonó el foro hecho una furia y hasta le mandaron un trago para que se alivianara, decidieron que no tuvieron el tiempo suficiente para acabarse al mundo como tenía que ser, así que organizaron una cena con los maridos, o sea con Adal y conmigo, así que nos fuimos a la plaza que se andaba cayendo a pedazos pero que ya está al tiro y con las mejores tiendas y restaurantes, y nos sentamos en un restaurante japonés muy pipirisnais y arrancó la tertulia.
Entre mil cosas que nos reímos, planeamos proyectos juntos mi Adalito y yo, y por supuesto hablamos de La Academia. Yo manifesté mi absoluto descontento por la salida primero de Adolfo, luego de Isbo y posteriormente de Diego; le dije que estoy molesto de que quepa la posibilidad de que gane el chiapaneco, porque la gente vota con la víscera y con eso de que son el quinto juez de La Academia, pues puede ganar uno más por lástima que por talento. Él está de acuerdo conmigo que de los que quedan, la que tendría que ganar por calidad vocal es Dalia, aunque como anda ahorita apestadona con eso de que armó pedo porque la pusieron a cantar en inglés, pues se ve difícil la cosa. La guatemalteca canta bien pero no para el primer lugar; Silvia lo mismo, si la justicia divina aplica, los tres primeros lugares tendrían que ser mujeres, ¿sucederá? Moraleja: luego somos tan raros, que siempre los lugares primeros se los terminan llevando los que parecen franeleros. He dicho.