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En el 2006, hace once años, Andrés Manuel López Obrador contiende por primera ocasión por la Presidencia y si ya le había tocado padecer de los videoescándalos para ser denostado como Jefe de Gobierno del entonces DF, aún le faltaba recibir directamente una guerra sucia que le restara puntos en su campaña y a la recta final, en la que tuvo que regatear un recuento de votos, que le resultó infructuosa.
En aquel entonces, López Obrador marcó historia con el clamor “¡voto por voto! ¡Casilla por casilla!” que se llegó a escuchar en las calles de varias ciudades del país donde se concentraban sus seguidores, en aquel entonces por las siglas del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Y si bien consiguió la apertura y un nuevo cómputo de votos, no logró revertir la victoria marginal que había conseguido su contrincante, el panista Felipe Calderón Hinojosa, con un porcentaje que no rebasaba los tres puntos porcentuales.
Pero esa derrota también le dio la lección al tabasqueño de que para cualquier otra elección que fuese, tenía que alistar su estrategia de defensa en cada una de las casillas, a través de representantes que salieran con su acta en mano al término de la jornada electoral, y en aquella elección, su equipo le reportó apenas cifras en el 60 por ciento de las casillas que lograron cubrir.
En los meses que antecedieron a contienda, López Obrador se había colocado en la preferencia de la mayoría de los mexicanos, con algunas encuestas que los colocaban hasta con un porcentaje de 50 por ciento, luego de su desempeño como Jefe del GDF.
Había obtenido el desánimo de Vicente Fox para seguir impulsando a su esposa Martha Sahagún para que lo sucediera en la silla presidencial, y al interior de su partido, se había posicionado ante Cuauhtémoc Cárdenas, quien pretendía ser candidato por cuarta ocasión.
Sin embargo, la configuración de los consejeros del entonces Instituto Federal Electoral (IFE) quedó repartida entre los intereses de los principales partidos que llevaron mano en ese cabildeo, el PRI y el PAN, además de que el PRD inconforme decidió abandonar los acuerdos, por lo que a final de cuentas quedaron al frente consejeros que pusieron en duda la elección. En la elección del 2006, además a López Obrador le tocó enfrentar una campaña de guerra sucia similar a la que le desató el Gobierno de Tabasco, en 1988, cuando contendió por la gubernatura de ese estado y se le calificó de comunista.
En esta ocasión, el PAN contrató a un estratega español, Antonio Solá, quien con pocas palabras denostó al abanderado del PRD, “López Obrador es un peligro para México”, como las usadas en otras campañas sucias contra mandatarios democráticos de Sudamérica, como fue el caso de Salvador Allende.
Este publicista, en una entrevista que concedió a EL UNIVERSAL, insistió en que la campaña panista que le asesoró al blanquiazul fue “muy oportuna” y “necesaria”.
Todavía fue más allá al afirmar que el señalamiento “peligro para México” fue una estrategia legítima, porque la ley electoral de entonces permitía “decir ciertas cosas como estas”. La del 2006 fue para AMLO, la elección en la que también la lideresa magisterial del SNTE, Elba Esther Gordillo, maniobra la estructura magisterial, que regularmente respaldaba al PRI, para dirigir sus votos a favor de Calderón.
Tres meses después de la elección presidencial, en Tabasco, el estado natal de Obrador, si bien el candidato del PRI, Andrés Granier, le ganó al perredista Raúl Ojeda en la contienda por la Gubernatura, la llamada “ola del Peje” provocó que Arturo Núñez, ahora gobernador, obtuviera una mayor votación.