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PARA LOS FANÁTICOS del cine, Depredador de 1987 es una obra de arte, pues aún y con la no tan ostentosa tecnología de esa época, el resultado de sus efectos visuales tuvo mejor aceptación de lo que se esperaba. Es un clásico de ciencia ficción y acción que se mezcla de manera exitosa con el horror y suspenso. 31 años después, llega Shane Black, como director y guionista para entregarnos El Depredador, por lo cual es importante comentar lo bueno y malo dentro de la cinta.
Lo primero en destacar, y agradecer, es el avance tecnológico, pues esto permitió un mejor juego con los efectos especiales. Por otro lado, me pareció interesante cómo quisieron explicar la aparición de estas criaturas en la tierra, su necesidad de actualizarse para convertirse en la especie más fuerte, resistente y poderosa del universo. Aquí se rompe el estereotipo del héroe valiente, varonil y musculoso.
La película cumple su meta en cuanto a ser entretenida, aunque en ciertos momentos parecía una parodia, pero lo curioso es que parecía todo intencional.
Si bien me gustó el grupo de personas elegidas para la resolución de la historia, no me gustó la interacción entre ellos y lo que sucedía a su alrededor. Lo que más me decepcionó fue el final. El cierre de una cinta puede ser la salvación de un mal proyecto si se juega bien, pero desafortunadamente aquí no ocurrió ese crucial.