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AQUELLA MAÑANA del 19 de septiembre de 2017, como lo hacía desde hace 12 años, Miguel Hernández Gallardo, jefe de máquinas de la tintorería Euro Clean, llegó a trabajar al local que ocupaba toda la planta baja del edificio que hacía esquina en Prolongación Petén y Zapata, colonia Emperadores, delegación Benito Juárez.
Los conocimientos de Miguel –de 56 años de edad– en el ramo de las lavanderías, hizo que recibiera ofertas de trabajo, donde incluso le ofrecían mejor salario. Pero el empleado, fiel a la familia Márquez, dueña de la tintorería, siempre rechazó los ofrecimientos.
Es más, con frecuencia decía: “Si algún día salgo de este negocio y esta familia, será con los pies por delante”. Y así fue, pues Hernández Gallardo perdió la vida al derrumbarse el edificio donde laboraba, pero se vistió de héroe al ofrendar su vida por evitar una tragedia mayor, y así es recordado. Esta es su historia…
“¡LA CALDERA!, VOY A APAGARLA…”
Alejandro Márquez, el dueño de la tintorería Euro Clean, en entrevista con Grupo Cantón, recuerda a su amigo y empleado Miguel Hernández Gallardo.
Ese día, al sentirse el fuerte movimiento telúrico, Miguel salió rápidamente de la zona de calderas de la tintorería. Ayudó a salir a la señora Fabiola Loyo y a su hija Fabiola Márquez, esposa e hija de Alejandro, dueño del negocio, quienes se encontraban laborando en el local.
Pero ya estando a salvo, en la calle, recordó alarmado que la caldera se había quedado prendida.
–¡La caldera!, voy a apagarla. –No, Miguel, ya no entres, por favor, fueron las súplicas de las mujeres.
Pero el empleado no las escuchó y se metió al negocio de nuevo… y en cinco segundos el edificio se derrumbó, con Miguel dentro.
Aún sonaba la alerta sísmica cuando el edificio construido en 1979 ya era una enorme pila de escombros y hierros retorcidos.
Don Alejandro, el propietario de Euro Clean, iba para su negocio cuando sintió el fuerte sismo. Detuvo su automóvil y cuando pasó, se mensajeó con su hija: “¿Todo bien?”, le preguntó. Y la respuesta inmediata: “¡Se cayó la tinto!”.
Alejandro regresó a dejar su auto en casa y sacó su motocicleta. Como pudo llegó hasta Petén y Zapata, para ver la terrible escena: ya no había edificio… Buscó a su familia y pensó lo peor. Ya no le contestaban los mensajes, y la batería de su celular estaba casi sin carga.
Entonces se dio cuenta que voluntarios golpeaban los hierros de las trabes, del lado de la entrada en Zapata, tratando de abrirse paso entre escombros en busca de sobrevivientes. Y los regañó, pues un chispazo podría originar una explosión.
Se identificó como dueño de la tintorería, o lo que quedaba de ella, y le permitieron participar en las primeras labores de auxilio. Y sacaron el primer cuerpo: era Virginia Razo Hernández, una de sus empleadas.
Don Alejandro identificó a Vicky. No pudo evitar derramar algunas lágrimas. El cuerpo sin vida de su empleada fue trasladado a costado de la agencia automotriz que estaba enfrente del que fuera su centro laboral. Fue el primer cuerpo sin vida en ser rescatado de un total de diez.
Vicky, de 50 años, quedó a un paso de la banqueta cuando el inmueble se vino abajo, pues el miedo la paralizó y se aferró a un pilar. Ahí fue hallada.
Más tarde, Alejandro encontró sanas y salvas a su esposa e hija. Y le explicaron que Miguel se introdujo de nuevo al edificio, pero ya no había salido.
El dueño de la tintorería llamó a la familia de Miguel al Estado de México. Y en un par de horas llegaron dos de sus hijos. Miguel chico, por ser de baja estatura y delgado, fue habilitado rápidamente como topo. El derecho de sangre le asistía. Y en esa tarea lo ayudó también Gabriel, el chofer de la tintorería.
Pero por más boquetes e intentos por acercarse, poco pudieron hacer. Las trabes y hierros se los impedía. Luego de algunas horas, vino un destello de esperanza. En el sitio donde estaba atrapado Miguel, se escucharon ruidos: un metal estaba siendo arañado y golpeado suavemente.
Los esfuerzos se multiplicaron. Llegaron grúas para levantar las pesadas lozas de concreto del edificio de seis pisos. Rescataron más cuerpos, pertenencias, documentos… pero no a Miguel.
El empleado fue el último en ser sacado de los escombros, el domingo en la madrugada. El cuerpo fue identificado ahí mismo por su familia y trasladado al Estado de México.
Miguel Hernández Gallardo fue enterrado al día siguiente con su querida playera del equipo Toluca autografiada por los jugadores.
Fue el adiós a un héroe que dio su vida por ayudar a salvar otras, evitando una tragedia mayor al apagar la caldera de la tintorería.
Y se fue como la vaticinó: con los pies por delante… pero vestido de héroe.