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MEDITAR es enfocar la atención en algo concreto, ya sea un pensamiento, un objeto, la propia conciencia, el propio cuerpo, nuestros pensamientos. Practicar la meditación con niños implica realizar multitud de actividades, en las que los niños están enfocando su atención, en su respiración, en algo que están viendo, en algo que están haciendo con el objeto de, en primer lugar, calmar la mente.
Susan Kaiser Greenland, una de las pioneras en la práctica de la meditación con niños en occidente, explica un episodio en el que su hijo llega llorando a la cocina, sin poder explicar lo que le ocurre. Ella, viendo que no tiene sentido preguntarle una y otra ver lo que le ocurre, decide mostrarle una bola de nieve, de esas que se agitan y uno se queda observando cómo va cayendo la nieve hacia la base. Le muestra esto una y otra vez, hasta que su hijo se calma y es entonces cuando es capaz de contar lo que le ocurre.
Meditar con niños es observar cómo cae la nieve de una bola de nieve; dar un paseo observando lo que hay a nuestro alrededor; es mirar fijamente una hoguera; es contar respiraciones mientras contamos piedrecitas. Profundizar con niños es sentarse con las manos en la tripa, en silencio, observando cómo sube y baja la tripa; sin hacer nada más.