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JORGE ZEPEDA PATTERSON
@jorgezepedap
REHILETE
No es cosa menor preguntarse quién o quiénes influyen en el mandatario de un país. Particularmente en uno en el que aún persisten fuertes rezagos presidencialistas. ¿A quién escucha Andrés Manuel López Obrador?
Si el propio Presidente electo tuviera que responder a esa pregunta, él diría que solo escucha al pueblo. De allí su insistencia en hablar de la necesidad de un referéndum a través del cuál sea la propia gente la que decida los temas importantes. Sus adversarios han acusado de demagogo a AMLO por afirmar que el pueblo es el verdadero soberano del país. Un rasgo del dirigente populista, dicen sus detractores, es convertir sus propias tesis, juicios y prejuicios en lemas irrebatibles y sacrosantos por el simple hecho de afirmar que proceden de una entelequia abstracta como pueblo, patria o nación. “Es un hombre que no escucha a nadie”, decían en corrillos políticos supuestamente informados; “otro mesías tropical en potencia”, afirmaban en ambientes intelectuales liberales.
Sin embargo, no coincido con estas apreciaciones cuando observo la trayectoria de López Obrador. Me parece que tales acusaciones forman parte de una narrativa que resultó muy oportuna y funcional a las campañas de descalificación en contra del tabasqueño.
En la práctica, Andrés Manuel es alguien que recoge muchas opiniones de las personas que él respeta. Caso muy señalado, por ejemplo, el de José María Pérez Gay mientras estuvo vivo, quien influyó poderosamente en la visión del mundo del ahora presidente electo. O actualmente el empresario Alfonso Romo, quien ha matizado muchas de las preconcepciones que el dirigente tenía sobre la iniciativa privada o la economía de mercado.
Es cierto que el líder de Morena es poco receptivo a los “tira líneas”, a los que pontifican o intentan hacerle ver algo en contra de lo que él considera las causas justas. Y también es cierto que cuando escucha puntos de vista que respeta no suele ser reactivo o engarzarse en diálogos apasionados. Más bien suele oír con atención y en silencio a alguien a quien otorga crédito o legitimidad, aunque a ratos incluso dé la apariencia de estar distraído. Sus interlocutores suelen pensar que El Peje los ignoró olímpicamente. Pero pareciera que ciertas ideas incuban en su mente y más tarde se expresan en puntos de vista que recogen lo que antes había escuchado.
Es por ello que con cierta frecuencia da la sensación de que ha cambiado de opinión o ha terminado por matizar drásticamente posiciones que antes sostenía de manera categórica. El caso del nuevo aeropuerto es un ejemplo de ello, gracias a su interacción reciente con algunos empresarios a los que él califica de mexicanos patriotas. O el tema de la amnistía y sus vericuetos, en los que sin duda ha influido la exministra Olga Sánchez Cordero.
¿Qué ha sucedido en sexenios anteriores? ¿A quién escuchaban los presidentes? En el caso de Vicente Fox se decía que la persona que más influía en él era la última con la que había conversado. El problema es que esa persona era por lo general Marta Sahagún. Sobre Felipe Calderón, en cambio, no hay manera de documentar una influencia decisiva porque el hombre vivía para demostrar que tenía la razón; deliberadamente optó por un gabinete de cuadros novatos o francamente mediocres para ejercer un liderazgo sin que nadie le hiciera sombra.
Todo lo contrario a Enrique Peña Nieto, que se entregó en buena medida a sus dos alfiles, Miguel Ángel Osorio Chong en política y Luis Videgaray en economía, quienes actuaron con bastante autonomía (sobre todo el último al final del sexenio). En ciertos aspectos el Presidente operó más como un vicepresidente fotogénico y carismático a cargo de las relaciones públicas y las inauguraciones mientras el equipo técnico de Videgaray dirigía tras bambalinas.
Me queda claro que López Obrador no se parece a ninguno de los mandatarios anteriores ni en este ni en muchos otros sentidos. Tomará las decisiones importantes solo y con su conciencia, sin duda, pero estas habrán sido influidas por interlocutores inteligentes a los que él respete. Espero que el ejercicio del poder y sus avatares no aparte del camino a los compañeros de viaje valiosos o que estos sean remplazados por las voces de la adulación. A nadie sirve un soberano condenado a la soledad de sus propios demonios.