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Y sólo era dos…

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Ciudad de México.– La cita era a las 16:00 horas, puntual salió el padre Leonel para recibir al hombre enmascarado que llegaba hasta los pies de la Basílica de Guadalupe para celebrar 35 años de trayectoria en la lucha libre.

Atlantis es un luchador de fe, apegado a la religión, “yo soy católico desde mis tatarabuelos, crecí con la creencia católica. He venido muchas veces a la Basílica sin máscara, y hoy por qué no venir a la casa de la Virgen para que me dé sus bendiciones”, asevera, y confiesa que antes de cada lucha siempre se encomienda a Dios y a la Virgen de Guadalupe.

Ya en entrevista con Grupo Cantón, El Príncipe de la Atlántida revela que cuando comenzó su andar en el deporte de los costalazos nunca imaginó llegar a este punto con tantos éxitos en su haber.

“Yo empecé a entrenar sin pensar en ser luchador profesional, cuando debuté le tenía más miedo al público que a los rivales, y yo pensé: ‘Nada más voy a luchar dos años’, y vean, ya tengo 35, que maravilla, bendito sea Dios.

“Y todavía hay Atlantis para rato, porque ahí viene El Hijo de Atlantis, va a ser una historia de ciclos”, advierte. A 35 años y unos días de aquel 11 de julio de 1983, cuando debutó en la lucha libre profesional, el jalisciense se encuentra en el templo mariano para dar gracias.

“Lo primero que le voy agradecer a la Virgen es el que me haya dado la dicha de venir a dar las gracias en vida, agradecerle porque siempre me ha cuidado en todas mis luchas, en todos mis viajes, que haya cuidado a mi familia y a todo el público de la lucha libre”.

Pero el Ídolo de los Niños no se presenta solo, lo hace rodeado de un centenar de aficionados de todas las edades, quienes no pierden la oportunidad de tomarse una selfie, de pedir un autógrafo o solamente de estrechar la mano y saludar a su héroe de los encordados.

“Es una maravilla, el personaje de Atlantis no tiene edades ni fronteras”, confiesa El Rey de los Mares, quien además comenta que lo especial de la ocasión, lo llevó a estrenar todo, desde su icónica máscara, hasta el traje que portaba.

Desde la Calzada de Guadalupe, donde el gladiador tapatío comenzó su peregrinación con rumbo a La Villa, las personas que lo reconocieron no dudaron en acercarse a su enmascarado favorito, desde hombres de la tercera edad, hasta una madre que aprovechó la oportunidad para que su recién nacido estuviera en los brazos del atleta; sin importar incluso que tuvieran que detener el auto, como dos hombres que, como si se tratara del famoso y moderno Chona Challenge, todavía con las puertas del auto abiertas se tomaron la foto del recuerdo con la ayuda de un acompañante, que desde adentro del coche los apoyó.

Conforme se acercaba al templo ubicado en la Gustavo A. Madero, la afición fue incrementando hasta llegar al atrio donde fue recibido por el padre Leonel, quien le dio la bienvenida, para posteriormente oficiar la misa en honor a una carrera prolífica que cumple sus primeros 35 años, cuando sólo iban a ser dos.

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