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La cuesta

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Como es costumbre, la cuesta de enero es creación de las políticas gubernamentales; esto es, el presidente López Obrador ahora puede confundirse con Mahoma –sin que me lo tomen como una falta de respeto a este guía espiritual–, por aquello de que la montaña va hacia él y viceversa, aunque en el caso del mandatario mexicano no es para renovar la fe sino para intentar aplanar la hipocresía de sus predecesores, perdonándolos –una filosofía que me rebasa–, mientras los gobernados se debaten por la caída del poder adquisitivo.

Nos saludan con aumentos francamente insultantes. El alza en los alimentos básicos de los mexicanos nos conduce a explorar la razón por la cual se debe importar maíz luego de que en 1990 el gobierno declaró la autosuficiencia en este grano con intervención de Carlos Hank González, complicando el equilibrio social, lo cual es de alto riesgo en un año de alto riesgo y con la ciudadanía explicablemente rencorosa.

Claro, también nos prometen que no habrá más “gasolinazos” luego de que se dio el primero del sexenio recortado que corre. Me parece que no se ha hecho el suficiente ruido ni con las cifras que exhiben cómo pagamos mucho más que en la frontera norte y más allá de ésta en una especie de extraño subsidio a quienes nos asfixian con las desigualdades del mercado con todo y el nuevo tratado Mexuscan, un refrito del TLC con más barreras proteccionistas para los estadounidenses trumpistas, sobre todo.

Ya hemos dicho que la lista de colegas periodistas asesinados llegó a catorce, de marzo a diciembre de 2017, y se incrementó con veintiún casos más a lo largo de 2018; la amenaza sigue cerniéndose sobre doce entidades de la República en donde los crímenes contra periodistas se dieron, y otras más, como Quintana Roo, Sonora y Tamaulipas en las cuales la represión es mayor pero ya los funcionarios aprendieron el difícil oficio de ocultar muertos; para algo sirven los científicos que escarban, con fruición satánica, las fosas clandestinas sin que los cadáveres sean identificados. ¿Y la ONU no conocerá de estos crímenes de lesa humanidad? Seguramente la prioridad, por la influencia anglosajona, es cuidar a las mascotas por el ruido de la pirotecnia. A veces creo que estas quejas salen sobrando por el peso de la intolerancia feroz en determinados temas, desde el sionismo hasta el animalismo.

Lo dicho: ser optimista bajo tales rubros es caer en la demagogia profunda, tanto como el México oscuro donde crece la maleza de los cacicazgos por obra y gracia de la partidocracia fundida con el presidencialismo. ¿Dictadura perfecta o algo peor, esto es la aristocracia encendida de ambiciones dispuesta a todo genocidio concebible?

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