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EN EL CANTO AL OPTIMISMO DEL PRESIDENTE LÓPEZ OBRADOR, FUE NOTORIO QUE SOSLAYÓ HABLAR del narcotráfico como el flagelo mayor que abarca las tres cuartas partes de la violencia en nuestro país, pero sí hizo referencia a la necesidad de ponen un “punto final” para dejar atrás al pasado y comenzar a construir la cuarta transformación a la que muchos nos unimos con entusiasmo. ¡Cómo no hacerlo si clamo por un cambio de sistema desde hace años!

Pese a lo anterior, el punto final no debe caer en los lindes de la impunidad so pretexto de que sería alto el costo económico de la “persecución” –no lo es cuando se trata de encontrar y condenar a los delincuentes como se hizo dos veces con El Chapo bajo el dominio del peñismo tramposo–, y que no habría cárceles suficientes para los siniestros aunque apuntó que debería, en todo caso, comenzarse “por los de arriba”.

Y es que la confianzas hacia las instituciones no puede ganarse si los ladrones y asesinos del pasado inmediato, con basamentos de impunidad, disfrutan de la vida y de sus fortuna mal habidas en la cara de los mexicanos. En cualquier lugar donde se asienten el señor peña y sus secuaces habrá de enrarecerse el ámbito con las miasmas de la corrupción descarada. ¿No hay prisiones? Pues que se construyan sin túneles semi-habilitados por los peores para ridiculizar al gobierno en su conjunto.

Una administración que se declara incapaz de perseguir a la corrupción del pasado porque carece de celdas de seguridad, renuncia a la fuerza del Estado y a la capacidad de gobernar sin miedo y sin ataduras ni acuerdos en la parte oscura de su estructura; y no hay ni habrá jamás forma de corrupción mayor a ésta. México requiere JUSTICIA, no justificaciones..

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