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En vez de fusionarse los dos grandes bancos mexicanos, en 1998 concretamente cuando las condiciones estaban dadas para ello y así lo reconocieron incluso los mayores accionistas, se decidió otra cosa como una de las herencias malditas de ernesto zedillo que crecieron al amparo de los fox, ella y él naturalmente, para dejar entrar a consorcios tan deleznables por el lavado de dinero, como el Citigroup, y a los españoles BBVA, ahora en declive abismal, y el Santander. Así, Banamex y Bancomer, en vez de constituirse juntos en un valladar contra la especulación estadounidense cayeron en la fosa de las multinacionales.
Ahora los dueños extranjeros de los bancos que operan en México, además del Banco del Norte y el Azteca –numen de la corrupción y de las modernas tiendas de raya con el cobro pago inmoral de las remesas y el acaparamiento de plata, obra del mafioso Ricardo Salinas Piego ya personero de Andrés Manuel–, hicieron temblar a la Bolsa en otro jueves negro, el pasado 8 del mes en curso y como respuesta a una iniciativa de ley de la bancada de Morena, para tratar de evitar la desaparición de las comisiones y encajes amorales de sus empresas contra los cuentahabientes por cualquier motivo y sin razón. Se ha llegado a abusos incalificables que saltan a la vista cuando se reciben los estados de cuenta y éstos no coinciden con la contabilización personal. Ladrones de cuello blanco, aristócratas del mal como el Conde Drácula.
El hecho es que los banqueros insolentes se han colocado en una situación bastante vulnerable o acaso fabrican una trampa en contra del régimen entrante: obligarlo a estatizar las instituciones financieras para salvaguardar los intereses de la plaga de consorcios sin la menor aplicación social en una nación de extremas desigualdades. Claro, con ello, tendrían pretexto para señalar que México puede venezolanizarse, usando los términos del Papa Francisco cuando advirtió a sus paisanos argentinos que no se mexicanizaran, como si en esta tierra hubieran surgido por ósmosis sus conflictos económicos y la amarga vecindad con USA.
De cualquier manera, si bien en la democracia el poder se comparte para exaltar la soberanía popular, los extranjeros perniciosos y rapaces, capaz de provocar una crisis artificial como presión insana a la transmisión cercana del Ejecutivo federal, no entran en ella y deben ser tratados de manera distinta; para ello se creó el célebre artículo 33 que tanto cuestionan los foráneos dañinos, no así los mexicanos afrentados por ellos.
Para colmo, enrique peña, en trance final, les puso los guantes a los empresarios para que sean “contrapeso” respecto al nuevo régimen a partir del inminente diciembre, y ya no cómplices como lo han sido hasta hoy; pareciera que el mandatario del oprobio todavía en curso quiere blindarse detrás de éstos para vadear las tormentas que le vienen encima si Andrés cumple con sus electores la promesa básica: combatir a la corrupción hasta sus últimas consecuencias.