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Cuatro meses después de recibir el rechazo de los ciudadanos en las urnas, los partidos políticos no logran descifrar lo ocurrido.
Siguen enredados en líos internos, lucha por el control y poder del organismo político correspondiente y no se advierten cambios reales dentro de sus estructuras.
Es cierto que el PRI ya cambió de dirigente nacional y René Juárez, le pasó la estafeta a Claudia Ruiz, que el PAN estrenará presidente de su Comité Ejecutivo Nacional el 11 de noviembre y mientras mantiene a un interino Marcelo Torres; que Movimiento Ciudadano ya anunció que Dante Delgado deja la dirigencia nacional, que el presidente del PRD, Manuel Granados, renunció y que en los otros dos, el PVEM y PT, se mantiene el control de los que son considerado propietarios de las siglas.
Pero el cambio de dirigente no lo es todo, los partidos siguen manteniéndose con las mismas estructuras, resquebrajadas la mayoría de ellas, pero su esencia continúa igual.
Siguen alejados de la ciudadanía, sin que estas conozcan plenamente su ideología ni sus programas de principios y piensan que con solamente el cambio de nombre de los altos mandos, el problemas está solucionado. Lo peor de todo es que tampoco buscan ese contacto con la población y se mantienen encerrados en sus propias jaulas, evitando la relación que los dirigentes de los partidos y la mayor parte de los políticos perdieron hace varias décadas. Se olvidan que si algo impulso el triunfo de Andrés Manuel López Obrador fue que siempre se mantuvo en contacto directo con la población, a ras de tierra, que recorrió los municipios del país, conociendo de boca los problemas que les aquejan y que los candidatos de MORENA si hicieron bien su trabajo que se vio fructificado en las urnas, el pasado 1 de julio.
