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Definitivamente con la cinta Por un hijo, del director Xavier Legrand y protagonizada por Léa Drucker, Denis Ménochet y Thomas Gioria, tenemos un claro referente sobre cómo el abuso en la familia puede llegar a niveles totalmente desproporcionados de violencia y terror psicológico, es simplemente avasalladora en su acto final.
La construcción de la historia es perfecta, el inicio muestra a una pareja con claros ejemplos de problemas en su relación, el trámite de divorcio el eje central y la distancia y la falta de empatía como soporte del problema, el gran perjudicado, como lo hacen notar, el hijo menor de la pareja, pues se tendrá que decidir cuál de los 2 padres deberá tener la custodia del mismo, y decidir si el otro será apto para poder verlo.
Algo importante a destacar es que en un principio, el padre se muestra un poco sumiso y negado ante las acusaciones atroces que se realizan en su contra, una lucha por limpiar su imagen y persona se realiza, pero la cruenta realidad es otra (y como lo hemos podido apreciar en un sinfín de historias matrimoniales de la época moderna), uno de los dos está mintiendo en cuanto a sus verdaderos colores, y la trama poco a poco nos revelará quién.
La atmosfera construida alrededor de la familia es evidente, la tensión reina en el hogar; el miedo constante de la madre y el hijo, por tener una relación con el patriarca de la familia, los ha orillado a mentir y esconder su verdadero lugar de residencia, pues han tenido que mudarse para evitar que el padre los encuentre y atosigue. Aquí ya no diré más sobre la historia, pues creo que es de suma importancia que la vean en su sala de cine favorita.
La historia es atrapante y está muy bien ejecutada, el guion y las actuaciones hacen de Por un hijo, una de esas joyas escondidas en la actual cartelera de cines, sobre el tercer acto, que definitivamente es uno de los mejores que he visto en lo que va del año, simplemente me he quedado asombrado, pues la maravilla de la ejecución ha sido tal, que incluso me he puesto de pie, atónito e incrédulo ante lo visto, pues la historia plasmada es solo un espejo de las mil y tantas que se viven a diario en el mundo, una fiel retrato del temor en el abuso familiar, de la escala de la violencia generada contra los infantes del hogar, del fantasma psicológico que puede trascender en quien la vive, y de cómo uno, ante situaciones parecidas, lo único que puede hacer es actuar, pues el coraje y las ganas de buscar lo justo se presentan. Aquí, el mensaje es claro, la violencia familiar es un cáncer que se debe erradicar de la sociedad actual, y para eso estamos muy lejos de poder combatirlo, al menos hasta que no es ya, un punto crítico en la vida de los involucrados.