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Calle Madero frívola y con caché

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En esa calle tuvo su palacio, cuando fue emperador Agustín de Iturbide

La calle de Madero es rica en anécdotas que contar, una parte de ella, la que daba al convento de San Francisco (solo queda la iglesia del mismo nombre), por eso se llamaba San Francisco, está en ese tramo. Y la parte que lleva al Zó­calo se llamaba Plateros, ahí había muchos comercios de platería y joyerías. Pero ya saben, llegó Pan­cho Villa y le cambió el nombre a la calle, por su admiración a Fran­cisco I. Madero la llamó ¡Madero! Es más, advirtió que si alguien osa­ra cambiarle el nombre, vendría y mataría al irreverente.

Y se le quedó el nombre de calle Madero, en donde tuvo su Palacio cuando fue emperador Agustín de Iturbide, hoy es un museo, y en la esquina, frente a la Profesa, tenía su casa la Güe­ra Rodríguez que lo mismo tuvo en su lecho a Simón Bolívar, a Alexander Humboldt y a Agustín de Iturbide, quien parece lo incitó a ser Emperador de México. Cla­ro, fueron sus amantes de uno en uno y en diferentes años.

En la época de Porfirio Díaz fue la calle francesa por excelencia, ahí había tiendas y comercios de renombre francés, ahí se pasea­ban los hombres y mujeres de las clases altas, personajes extranje­ros y poetas como el Duque Job, que no era otro que Manuel Gu­tiérrez Nájera, quién incluso, como lo traía de una ala una güerita, le compuso uno de sus célebres poemas, en donde la hace cami­nar por Plateros, ahora Madero: “Si pisa alfombras,/ no es en su casa;/ si por Plateros alegre pasa/ y la saluda madam Marna… “. Y en otra estrofa sigue: Desde las puertas de la Sorpresa/ hasta la esquina del Jockey Club,/ no hay española, yanqui o francesa,/ ni más bonita ni más traviesa/ que la duquesa del duque Job”. El Joc­key Club ocupaba la Casa de los Azulejos, y la sorpresa era una de las tantos comercios de esa calle, como el café La Concordia, donde el mismo Duque Job nos dice que desayunaba con champaña. Ni qué decir del gran López Velarde, viviendo en la calle Álvaro Obre­gón, en la colonia Roma.

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