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UN PAÍS ENTRA EN UNA SITUACIÓN DE BANCARROTA O “DEFAULT” CUANDO NO PUEDE SEGUIR PAGANDO sus deudas y no convence a ninguna institución para que le preste dinero. Los países que se han declarado en esta situación ha sido a consecuencia de una guerra o una muy mala gestión financiera, como Venezuela o Argentina. En el momento que dejaron de pagar sus compromisos, las calificadoras internacionales cambiaron el estatus al denominado “default” y los capitales organizan sus salidas masivas. A diferencia de ellos, nosotros tenemos una calificación de “grado de inversión”, la mejor que se le puede dar a un país, por tanto, la bancarrota en ninguna medida, es el caso de México.
Me sorprende escuchar al Presidente electo asegurar que ésta es nuestra situación, y al líder de la Cámara de Diputados, Mario Delgado, consecuentar el dicho y politizar el asunto, cuando los indicadores están a la vista de todos: superávit comercial, menor dependencia petrolera, un nivel de inversión y empleo en sus máximos históricos y más de 170 mil millones de dólares en reservas internacionales.
Según el FMI, México es la quinceava economía más grande del mundo. Ahora bien, aunque la política macroeconómica ha mostrado resultados positivos, reconozco que aún está pendiente el desarrollo de zonas del país como el sureste mexicano. En 2016, Tabasco se posicionó como el octavo país con mayor tasa de pobreza a nivel nacional superando el 50%, lo cual es congruente con 14 trimestres consecutivos sin crecimiento económico.
Por tanto, para revertir la recesión en estados petroleros como Tabasco y Campeche, es importante seguir impulsando políticas como las Zonas Económicas Especiales, que serán un nuevo motor de desarrollo y que estiman en Tabasco crear más de 20 mil empleos con inversiones estimadas de 1 mil 500 millones de dólares, mientras que en Campeche se podrían generar 50 mil empleos a partir de inversiones de 3 mil 700 millones de dólares.