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A las 9 de la noche en la estación del Metro Pantitlán los Metronáutas llegan como en la vieja película de “Marabunta”, de prisa, ligeritos y sin rosarse, con habilidad bajan las escaleras que conducen a los andenes de los trenes. De repente aparecen unas rejas que impiden el paso a los Metronáutas, aquello es una sinfonía recordándosela a los trabajadores del Metro que les impiden el paso para llegar al andén y abordar su Metro, se ve feo, pero lo hacen para evitar que la gente que está en el andén pueda ser empujada.
Si va por la estación del Metro Pino Suárez en los pasillos de interconexión verá la restauración de la pirámide a Ehécatl, el Dios del viento; lo que vemos al pasar es su adoratorio. Y como si fueran arrojados por Ehécatl llegan Metronáutas a ver un grupo musical que canta boleros y canciones pop, las prisas se van.
Pero nada más es para tomar aire y seguir subiendo y bajando escaleras como en el Metro Tacubaya donde hay murales de Guillermo Ceniceros, que cuentan como los mexicas salen de Aztlán y llegan a la gran Tenochtitlan.
Y no menos para la cultura popular es la estación Guerrero, un templo a los ídolos de la lucha libre, el muro que más me gusta, es donde está el Santo, el Enmascarado de Plata, parece su templo.
En la estación Zapata, en el transbordo a la Línea 12, en sus muros hay reproducciones de la obra de los grandes caricaturistas mexicanos, van de Posada a la Familia Burrón, Naranjo o Rius y, en la estación Chabacano, las mujeres se quitan sus zapatos de tacón alto y se colocan sus “chanclas” y véngase mi Rey y como en el “Quinto patio” bailan bonito y sabroso, toca una orquesta de invidentes salsas y cumbias, al viajar en Metro se descubre que tiene muchos rostros, este es uno, digo que tanto es tantito.