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Algunos quisieran ir para atrás acaso con el propósito imposible de revertir la victoria contundente de Andrés Manuel; otros, sin embargo, también quieren volver al pasado integrados a las filas del futuro presidente –a quien está anclando un partido que le apoyó fuera de ideologías, el mugrero llamado PES-, exaltando el monopartidismo –esto es sólo valen MORENA y sus calculadores aliados como el PT-, porque no pueden concebir ni la mayor equivocación por parte del líder real y único del partido que será mayoritario, en sendas Cámaras, a partir del primer día de septiembre. Faltan sólo unos días.

Estoy convencido de que el miserable PRI actual, con liderazgos hondamente contaminados y pueriles, no puede sobrevivir sin una reforma hasta los cimientos, espejando, precisamente, a la horda de bandidos y sus títeres apropiados de su estructura. No es sólo cambiar de siglas sino modificar la rutina de la corrupción y tal resulta imposible porque ha sido ésta la ruta inexorable de los millonarios-políticos cuyas complicidades nacen del núcleo fuerte del narcotráfico y permanecen asidos al mismo con un cinismo inequívoco.

De cualquier manera, quiérase o no, el priismo derrotado logró acumular nueve millones doscientos ochenta mil sufragantes en el filo del abismo. Es curioso son casi l mismo número de votos que obtuvo, mediante un fraude escandaloso, carlos salinas en 1988; entonces se le acreditaron nueve millones 687 mil si bien, como todos sabemos, la intervención del miserable Manuel Bartlett, entonces secretario de Gobernación en funciones de presidente del Consejo Nacional Electoral, fue fundamental para asegurar con ello apenas una mayoría de 50.7 por ciento.

Tiempo después me diría el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el mayor damnificado político de aquellos comicios, que lo peor fue el hecho de no contabilizar a 45 mil casillas a lo largo del país –que marcaban, ampliamente, la diferencia-, cerrando los escrutinios groseramente hasta el punto de incendiar el Palacio de San Lázaro con tal de llevarse a la hoguera las evidencias… como ya había solicitado el cómplice de Bartlett, Diego Fernández de Cevallos, el panista más devastador de la era porque, según dijo, era demasiado costoso mantener el almacén repleto de boletas.

Pese a todo, no podemos menospreciar a los partidos políticos si queremos andar en democracia. Ya el pueblo sabe lo que puede lograr cuando se decanta a favor del cambio, más ahora que nunca, cuando el porcentaje alcanzado por el vencedor, 58.17, marca una mayoría indiscutible y no una parodia como la de 1988. Este es el gran desafío de Andrés Manuel en la hora en la que debe determinarse cómo combatir a la dañina partidocracia –incluyendo a MORENA que puede gobernar sola, sin alianzas como aquel burdo “pacto de México” con cauce hacia la ruptura de la izquierda-, sin acabar con el único modelo conocido para llevar adelante a la democracia: el régimen de partidos.

MORENA puede lograrlo si, en el Legislativo –de allí mi temor ante la escasa preparación de algunas decenas de futuros parlamentarios-, se aleja del presidencialismo sin significar con ello una ruptura con quien los llevó a sus curules y escaños. Simplemente, la sana autonomía de la que nos habla la Carta Magna es aplicable.

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