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Culiacán, Sinaloa
Luz nació en Culiacán, Sinaloa. Con sólo 21 años, ha tenido que enfrentarse seis veces a las noticias de la muerte de seis excompañeros de su clase de secundaria. Los seis se unieron a las filas del narcotráfico y muchos otros exalumnos también pertenecen al crimen. El futuro de quienes aún siguen vivos es incierto.
Ella ha crecido rodeada del narcotráfico en Culiacán y ha observado cómo las personas alrededor suyo mueren a causa del crimen organizado… una cadena que se ha vuelto interminable.
“De los seis compañeros que murieron de mi salón de clases; tres de ellos ni siquiera tenían familia, estaban solos; otros dos eran muy pobres y otro tenía que mantener a su abuelita. Lo único que buscaban era sobrevivir”, dijo Luz a Excélsior.
Ella estudia una licenciatura en la Universidad Autónoma de Sinaloa, pero acepta que el apoyo económico y familiar con el que ha contado para llegar hasta ahí, muy pocos lo tienen.
Según cifras del Instituto Nacional de Evaluación para la Educación, sólo 2 de cada 10 alumnos que ingresa a una primaria en Sinaloa finaliza una carrera profesional, la mitad de las deserciones son por falta de recursos económicos.
Los jóvenes tienen muy claro que el narcotráfico se ha convertido en una cultura que ha permeado en todos los estratos sociales del casi el millón de habitantes de esta ciudad, sobre todo en aquellos que no cuentan con recursos económicos.
“La forma más fácil que tuvieron para comenzar a ganar dinero fue incorporándose a una banda delictiva”, dijo Santiago de 21 años, quien estudia en la Universidad Autónoma de Occidente.
Esta visión se ha normalizado en este estado, pues desde hace más de un siglo, en Sinaloa, comenzó a forjarse la cultura de la ilegalidad.
De acuerdo con el artículo La representación social del narcotraficante en jóvenes sinaloenses, de Hiram Reyes-Sosa, Maider Larrañaga-Egilegor y José Francisco Valencia-Garat, este estado permitió que la figura del narco se desarrollara.
“La primera aparición del traficante (contrabandista) fue a finales del siglo XIX y principios del XX. Ahí surgió Mariano Reséndez, uno de los primeros contrabandistas de textiles a quien se le consideraba un bandido generoso, que proporcionaba apoyo social a las comunidades”, se relata en el documento.
Esta imagen se fue modificando, de ser sólo un contrabandista, a ser un hombre de respeto con dinero y tanto poder que puede tener lo que le plazca y someter a cualquiera, con personajes como Rafael Caro Quintero y Joaquín El Chapo Guzmán. En la actualidad se agrega un elemento más, con los narcojuniors, quienes además han viajado por el mundo y estudiado en buenas universidades internacionales.
Sin embargo, la característica principal sigue viva, pues con todo ese poder buscan seguir ayudando a su comunidad.