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Por Ricardo Sevilla
Un puñado de ministras y ministros conservadores y aferrados quieren legislar y cambiar la Constitución.
Y mañana en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que tiene sus puertas cerradas, se discutirá el caprichoso proyecto del ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá, que pretende invalidar parte de lo que alguna vez fue la Reforma Judicial y hoy es texto constitucional.
A estos amantes de los privilegios, les importa muy poco que la o presidenta Claudia Sheinbaum haya dicho que tiene un plan en caso de que los ministros de la Corte decidan aprobar el polémico proyecto de Alcántara Carrancá.
El meollo del asunto es que estos ministros, que ya está visto que sirven a la derecha, lejos de impartir justicia, quieren legislar.
Los ministros, cuyos movimientos están dirigidos por la ministra Norma Piña, quieren pasar por alto es que en México el único poder que puede legislar es el Poder Legislativo.
Y cabe enfatizar que, en México, el poder legislativo no está representado por los juzgadores, sino por el Congreso de la Unión, que está compuesto por dos cámaras: la Cámara de Diputados y el Senado de la República.
Los ministros, que están protagonizando una guerra sin cuartel por defender sus privilegios, no son legisladores. Pero a esta hora ya nada parece importarles.
Están desquiciados, tratando de torcer las leyes.
Y quieren vulnerar todo lo que salga a su paso. Y se lo digo sin eufemismos: la Suprema Corte, al querer legislar y pretender hacer las funciones del poder Legislativo, no solo está vulnerando la Constitución, sino que está sobrepasando sus funciones. Y lo más alarmante: está dándole la espalda a la democracia y al pueblo de México.