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Por Eduardo López Betancourt
Las autoridades de la Alcaldía Benito Juárez han tomado una decisión sorprendente y drástica, clausurar la Plaza México y el Estadio Azul, ambos en la llamada Ciudad de los Deportes. Esta medida ha generado controversia y malestar entre los aficionados y los habitantes de la zona.
La Plaza México, un icono cultural y deportivo de la ciudad, no solo es un lugar para corridas de toros, también es un espacio para conciertos y eventos musicales de todo tipo; por su parte, el Estadio Azul ha sido testigo de importantes justas deportivas.
La clausura de estos espacios no solo afecta a los aficionados, también a los residentes de las colonias cercanas, que se sienten ofendidos por la falta de comodidad, particularmente por el tema de estacionamientos. La fábula de la lagartija y el sapo viene a la mente al considerar la situación; al igual que el sapo que se infla y explota en la cueva de la lagartija, la alcaldía Benito Juárez ha permitido que la especulación inmobiliaria y la corrupción “se inflen y exploten” en la zona, creando problemas urbanos y conflictos que ahora se intentan resolver con la clausura, sin embargo, esta no es la solución, se deben buscar respuestas inteligentes y creativas para el tema de estacionamiento y tráfico. Bien puede pensarse en una planeación por la cual los aficionados se trasladen de zonas de estacionamiento con vehículos de importante capacidad, sin tener que incomodar a los vecinos.
La clausura de la Plaza México y el Estadio Azul es un reflejo de la ineptitud y la corrupción de la alcaldía Benito Juárez, que ha priorizado el enriquecimiento personal de unos cuantos, sobre el bienestar de la ciudad y sus habitantes. Es hora de que los ciudadanos exijan una gestión más transparente y eficiente de los recursos públicos y una visión más clara para el futuro de la ciudad.