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Hasta casos de paludismo se han atendido en la parroquia de la Santa Cruz y Nuestra Soledad
JAVER VIELLGAS
La iglesia de la Santa Cruz y Nuestra Soledad funciona como centro de salud para cientos de migrantes que a diario reciben atención médica y fármacos de manera gratuita. Los doctores provienen de centros de salud cercanos al templo católico ubicado en Candelaria de los Patos.
El sacerdote acondicionó una parte de la parroquia con lonas y mesas para que alrededor de ocho doctores atiendan, por igual, a niños y adultos, las revisiones comienzan a las 9 y terminan a las 11 de la mañana, de lunes a viernes.
La parte trasera de este templo, también se modificó para colocar varias mesas que fungen como consultorios médicos al aire libre, donde hombres y mujeres ponen al servicio de los más de 700 migrantes sus conocimientos en medicina y así aliviar sus padecimientos, muchos de los indocumentados se contagiaron de enfermedades durante su viaje.
En tanto Juanita, quien encabeza la organización para atender a las personas procedentes de varios países de Latinoamérica, relata que se atendieron casos de paludismo “pero nada grave o que complicara las cosas”.
Los doctores, desde su trinchera detallaron que los principales padecimientos de las personas extranjeras “van desde resfriados leves, hasta algunas infecciones gastrointestinales, nada que represente un brote que se pueda salir de control”.
La mujer de unos 65 años de edad dice que hay varias mujeres embarazadas, a las cuales se les da seguimiento, y se les canaliza a los hospitales correspondientes, “sí ya varias mujeres han dado a luz, se les apoya con la cesárea y lo que necesiten”.
En estos casos, las mujeres son enviadas al Hospital materno Infantil Inguarán, ubicado en la alcaldía Venustiano Carranza. Cuando los menores requieren de atención especializada, se les canaliza al Hospital Pediátrico Moctezuma, que también está en la misma alcaldía.
Mientras las personas esperan ser revisadas, los adultos esperan su turno, pacientes, sentados en bancos, mientras los más pequeños dedican varios minutos para jugar con un balón de futbol y así olvidar por momentos la enfermedad que los aqueja, e imaginar que están en un estadio jugando frente a su fanaticada.
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