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Ana María Vázquez
Desde que Ernesto Zedillo privatizó Ferrocarriles Nacionales y en 2001 se anunciaba la desaparición de la misma, no había vuelto a escuchar el clásico sonido del tren que acompañó los momentos más dulces de mi infancia, no entendía como en Europa seguía siendo el principal transporte y aquí en nuestro México, nos lo habían quitado con el pretexto de la “modernidad” que comenzó a disfrazar el despojo desde el sexenio de Salinas y que continuó hasta el de Peña.
De pronto, ayer, volvió aquel sonido en una grabación transmitida en la mañanera y no pude evitar que se me rasaran los ojos… ¡hasta los sonidos nos habían quitado!, mi emoción se empató con la de la gente que esperaba ver el paso del primer tren probando la nueva ruta, un tren cargado de esperanza y promesas cumplidas que, en 5 años, con pandemia, guerra, crisis mundial y una tenaz oposición se abría paso. Este gobierno fue un tren que aplastó a los saqueadores, abrió nuevos caminos y dio esperanza a un sureste empobrecido y olvidado.
Hombres, mujeres y niños vieron el paso de la locomotora, sonreían y saludaban; tal vez algunos estarían como yo, con los ojos humedecidos de la emoción, mientras el maquinista hacía sonar una y otra vez aquel sonido característico saludando a los que aguardaban. Emocionados y con las manos en alto saludaban a aquella moderna locomotora que estrenaba los durmientes como un niño que estrena zapatos nuevos.
A un costado de la máquina, nuestro querido escudo nacional coronado con la leyenda “Gobierno de México”, convirtiendo en realidad una promesa de campaña y en mí, un viejo sueño… volver a escuchar ese dulce sonido en mi tierra.
La locomotora López Obrador y su Cuarta Transformación no han hecho más que empezar y desde 2018 ha marcado el ritmo a la oposición y ahora enfrenta una batalla contra la Suprema Corte, el último bastión que le queda al neoliberalismo y en el cual han puesto su esperanza de regresar.
La locomotora debe seguir, pues aún faltan muchos cambios en este México tan desigual y saqueado, un sexenio no es suficiente para revertir todo el daño causado, las reformas más importantes han sido detenidas por la Corte, y eso también debe cambiar. Plan C.
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