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Ana María Vázquez
Afortunadamente hay cosas que aún nos perturban y por las que, casi al unísono exigimos justicia; es el caso del joven del Subway, y que vimos siendo agredido por Fernando N. en San Luis Potosí. Al agresor, que ya ha sido detenido le apodaban “El Tiburón”, se sabe que es abogado, maestro en artes marciales, dueño de un gimnasio y un local de autopartes. La víctima presenta fractura de nariz, pómulos e inflamación cerebral. La prepotencia con la que se manejaba el agresor, y el pedido del agredido de formarse, ofendió a este “Tiburón” que alegó ser “cliente frecuente” del lugar, lo que pasó después, todos lo vimos.
Otro caso, ahora en mensajes de su red social: “Puro desviado…se les nota a leguas”; “Es muy qlo en realidad y sabe que CONMIGO no se debe meter”; “Ni prendiendo toda la maquinaria pueden conmigo (…) ya los traigo a pan y reata”. En 2020 en plena pandemia, hizo un llamado público a dejar de lado el miedo al COVID y seguir trabajando; “Baila cuasimodo y te aventamos monedas o pan”; y muy a tono, promete regalar 100 mil pesos a quien gane sus “retos”, todos humillantes, todos indignos.
¿Cuál es la diferencia entre estas dos personas? Ninguna, ambos se “divierten” humillando al otro, ambos usan el poder que tienen para tratar de imponerse y sobresalir, ambos creen que los golpes, el insulto o la humillación son la base para crecer en el mundo y conseguir “respeto”.
Warner los retrató muy bien en la caricatura Chester y Spike, en la que un bravucón bulldog es seguido por un perrillo faldero que lo idolatra y adula, los segundos serían aquellos que lo llaman tío y le festejan su violencia.
Caricaturas ambos de lo que tendría que ser una persona socialmente adaptada, que maneja sus emociones y gusta más del argumento que de la imposición por sentirse “protegido” por su dinero (aunque deba millones al fisco), o por ser un macho golpeador maestro de artes marciales.
La ceguera del magnate es postear: “Yo pongo los primeros $20,000… ¿quién se suma?, con la imagen del “Tiburón”. No ha notado que son iguales, que hay cosas que no se compran con puñetazos o con dinero. No es cuestión de clases sociales, sino, entre otras, de salud emocional.
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