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Salvador Guerrero Chiprés
Asistí al turno 03 del CCH Naucalpan, ese increíble espacio donde abundaban profesores jóvenes, cultivados, activistas, audaces. Era un esquema alternativo a la preparatoria convencional para atender la demanda
de educación de decenas de miles de adolescentes. Nos dio oportunidad a generaciones de quienes desde muy temprana edad contribuimos a la economía familiar. De día, fui tendero, ayudante de sastre y obrero.
Hacía cuatro horas de ida y vuelta entre Taxqueña y Tacuba; no había estación Cuatro Caminos. Sin Pablo González Casanova no existiría ni mi Doctorado ni mi apetito formativo permanente. Durante su breve periodo como Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México —1970 a 1972— fundó no sólo el Colegio de Ciencias y Humanidades, mejor conocido como CCH, sino también el Sistema de Universidad Abierta. En un festejo del grito de Independencia coincidente con el aniversario de La Jornada en 1994 me tocó saludarlo junto a Carlos Payán, director del diario preferido por los estudiantes de entonces sin duda alguna, en el Salón Los Ángeles donde después vino el bailongo. Yo era entonces dirigente sindical.
González Casanova fue un impulsor de la democracia en la noción progresista que hoy tenemos de ella: atención a las causas de la desigualdad. Ahora destacan los Institutos Rosario Castellanos impulsados por la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, egresada del CCH Sur. Ayer, recorrió el plantel de educación superior que, a partir de agosto de este año, dará servicio a más de 6 mil estudiantes en la zona del Casco de Santo Tomás. Se suman así a los once que ya están en funciones en toda la capital.
El autor de “La democracia en México” vivió un siglo y vio un país dirigido por egresados de escuelas públicas socialmente comprometidos. La historia de su legado continúa en formación.
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