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El que a hierro mata a hierro muere

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Asesinan a colombiano extorsionador por un presunto ajuste de cuentas.

Redacción Grupo Cantón.

La venganza ha sido un tema que se ha hablado desde la antigüedad, para el filósofo Kant, resulta ser una violación a nuestros derechos, provocando una reacción en el ser humano donde se desea causar dolor y mal. Lo que no se puede negar es que ver al enemigo caer provoca una sensación de placer indescriptible en aquel o aquella persona que con sus propias manos y con su mirada fija cobra un asunto pendiente.

Bien lo dijo el filósofo y escritor francés Montaigne “la venganza es una pasión dulcísima” Kant señalaba que tal placer es adictivo, algo así como si el ser humano se convirtiera en un animal sediento: “El deseo representado por la venganza propiamente dicha es vicioso por sí”.

La venganza es el motivo por el cual Santiago Tavares, de 25 años y de origen colombiano, perdió la vida, pues al parecer el muy parecido joven formaba parte de un grupo de extorsionadores de la misma nacionalidad que operaba en la CDMX Las malas lenguas decían que el grupo se dedicaba a realizar préstamos de los llamados gota a gota y se aprovechaban de la necesidad de la gente para cobrarles intereses muy altos.

Y aquellos que les quedaron mal con un pago o que se atrevieron a no pagarles, pues ya ni siquiera asomaban las narices a la banqueta, porque sabían la golpiza que se avecinaba.

Los extorsionadores también tienen corazón, pues hace unos días Santiago Tavares salió de su domicilio, muy bien vestido y en su carrazo color plata, a visitar a su novia en su domicilio de la colonia 20 de noviembre, en la alcaldía Venustiano Carranza.

“¡Ya voy para abajo, amor!”, respondió la chica luego de recibir una llamada telefónica de Santiago, quien ya se encontraba entre las calles Tipografía y Electricistas, justamente afuera del domicilio de su amada.

Lamentablemente, la chica no alcanzó a salir de casa, pues dos sujetos a bordo de una motocicleta se acercaron a Tavares y sin piedad le dispararon una y otra vez hasta dejarlo bien tieso.

Mientras los hombres armados se alejaban a toda velocidad, la mujer salió corriendo y con lágrimas en los ojos abrazó por última vez a su novio, quien ya estaba dentro del auto sin vida. Curiosos simplemente dijeron “eso le pasó por gandalla”.

 

 

 

 

 

 

 

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