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La mujer, de 20 años, fue baleada mientras caminaba en dirección a su domicilio.
Redacción Grupo Cantón.
“Ya salió de la casa”, pensó Julio “N”, luego de acechar a su víctima a distancia, “¡Es verdad, se ve muy bonita!” se dijo a sí mismo mientras observaba qué camino tomaba Marisol “N”, de tan solo 20 años de edad, en Naucalpan, Estado de México.
“Aún tengo tiempo para llegar”, dijo Marisol mientras se despedía de su acompañante y con toda tranquilidad salía en dirección a su domicilio, “Nos vemos, te vas con mucho cuidado, me mandas mensajito cuando llegues”, expresó su amiga. “¡Buenas Tardes!” saludo al vecino, quien todas los días salía a esa hora a comprar su comida, con una bolsa en la mano y con unos tenis que parecían pantuflas.
“¡Buenas tardes!,¡Que te vaya bien!” , respondió el señor de avanzada edad mientras ingresaba a su domicilio y quien, desafortunadamente, no se percató que un hombre alto, de tez morena, se encontraba recargado en la esquina, observando cada movimiento que hacía.
“Yo creo que no tomaré camión, igual tengo tiempo, me iré caminando”, pensó Marisol, mientras se posó en la esquina y observó que no viniera ningún coche para poder cruzar la avenida.
“Es el momento perfecto”, pensó Julio “N” mientras con cautela sacaba un arma de fuego de entre sus ropas. “Vale madre, se cruzó la señora”, se dijo y guardó el arma sin perder de vista a la mujer, quien estaba a punto de cruzar la avenida.
“El día está caluroso”, pensó Marisol cuando caminaba y veía transitar a las personas, quienes iban y venían con todos los quehaceres del resto del día, algunos caminaban a toda velocidad; otros más se detenían para hacer las compras del día en los puestos y locales de la zona.
“Me tengo que acercar a ella” dijo entre dientes Julio y aceleraba el paso, justo cuando Marisol casi llegaba a la esquina de las calles 11 de Septiembre y 4 de Diciembre.
“Tengo que hacerlo ya”, se dijo Julio y se posicionó a unos cuantos metros detrás de Marisol, quien caminaba a un costado de la tortillería, por lo que, rápidamente desenfundó el arma y con un movimiento veloz apuntó a la mujer.
Enseguida apretó el gatillo y disparó en dos ocasiones contra la frágil humanidad de la jovencita, quien se desplomó en la banqueta y, segundos después, perdió la vida, mientras Julio se daba a la fuga corriendo.
Los disparos alertaron a otra joven que caminaba cerca del lugar de los hechos, quien al acercarse a ver vio con sorpresa que se trataba de su amiga Marisol e inmediatamente corrió a darle aviso a su familia.
“Hija, ¿qué te sucedió?”, lloraba su madre al llegar a la escena del crimen y desesperada se preguntaba quién había sido capaz de cometer tal atrocidad. Su sufrimiento aumentaba a cada segundo al no poder cruzar la cinta amarilla que pone la policía para resguardar las evidencias.
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