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Paga con su vida la muerte de abuelita

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Por ir a exceso de velocidad, el joven atropelló a la anciana y al intentar escapar se impactó contra un taxi.

Redacción Grupo Cantón. 

“¡Cámara wey!, nos aventamos unos caballitos o ¿le barres?”, dijo Carlos ” N”. “¿ Que crees wey, que te tengo miedo?”,respondió Kike, ” hahaha, nel pero ya dijiste”, expresó Carlos.

Ambos amigos planearon su hazaña desde que se encontraban en casa de la abuelita de Kike, a la que no había podido visitar desde hace varias semanas.

El cielo se veía despejado, la gente transitaba con normalidad y tranquilidad durante la mañana de aquel domingo en la colonia Tlacotal Ramos Millán, en la alcaldía Iztacalco.

De repente, a lo lejos se escuchó que prendieron dos motos y una de ella despertó el interés de la gente, pues el motor de una 600 resalta entre otras.

Kike, de 19 años, era el que manejaba aquella pesada máquina con la que sin duda, dejaría comiendo polvo a su contrincante.

Fue así que, en la avenida Presidente Plutarco Elías Calles, con dirección hacia el Oriente, comenzó el arrancón y como era de esperarse la delantera la llevaba Kike.

Aquellos bikers saben que la adrenalina que te genera andar en motocicleta, para muchos, es como una droga que se adentra en el cerebro y poco a poco toma ritmo en los latidos del corazón.

La velocidad se vuelve tan adictiva que te sientes poderoso, inalcanzable y sobre todo intrépido e inmortal.

Muchos dicen que a las motos no se les debe perder el respeto, pero para Kike, estas palabras se veían alejadas cuando, entre maniobras y caballitos, perdió el control de la motocicleta justo a la altura de la calle Sur 117, y sin poder frenar se impactó contra una abuelita que cruzaba la calle.

Nadie podía creer que aquella mujer que salió disparada unos treinta metros y quedó en el carril del Metrobús era una vendedora de tamales muy conocida en la colonia Tlacotal.

“¿Qué vergas hice?, ¡No puedo detenerme!”, pensó Kike,  mientras le imprimía mayor velocidad a su caballo de acero para darse a la fuga. Fue tan su afán por escapar que no se dio cuenta de que un Chevrolet tipo Aveo rotulado como taxi, circulaba delante de él y terminó impactándose con su carrocería.

El golpe fue tan atroz que logró destrozar el costado derecho de la cajuela por completo y provocar que el auto girara sobre su propio eje. El casco de protección no fue suficiente para que Kike continuara con vida, pues el joven de sudadera negra quedó en el asfalto, ensangrentado e inmóvil. “Si es él”, se escuchó decir entre los más de 30 familiares y amigos que llegaron al lugar de los hechos, mientras del otro lado tres hombres y dos mujeres lloraban junto al cuerpo de la pobre ancianita.

 

 

 

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