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Alejandro Armenta Mier
Estamos tan acostumbrados y se nos hace de lo más normal el uso de la energía todos los días, pero en realidad ¿hemos hecho conciencia lo importante que es para la vida diaria? Los derechos humanos son garantías jurídicas universales que protegen a los individuos y a los grupos no solo de las acciones sino también de las omisiones que interfieren con sus libertades y derechos fundamentales, y, en definitiva, evolucionando según lo que cada época la sociedad considera “dignidad humana.”
La idea de consagrar el derecho a la energía como un derecho fundamental es una manera de reforzar un derecho humano y básico al que tenemos derecho simplemente por el hecho de tener tal condición de seres humanos y de, consecuentemente, tener derecho a una vida digna independientemente de cualquier otra consideración relativa a la capacidad económica, condición social, raza, sexo, etc.
Sobre todo, si se tiene en cuenta que se trata de un derecho instrumental para el ejercicio de otros derechos fundamentales (como el derecho a la salud, a la educación, a la alimentación…) irrenunciables para nuestro desarrollo.
Es por ello que el pasado 23 de febrero presenté una iniciativa para reformar el artículo 4 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, con la finalidad de establecer a la energía como parte de un derecho consagrado como universal, indivisible e inalienable.