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Salvador Trejo
No cabe duda que en muchas ocasiones los disque impartidores de justicia toman decisiones que rayan en lo ridículo y no sé si lo hagan por quedar bien con la sociedad o porque la “víctima” es una persona famosa, como sucedió recientemente con el caso de la actriz Samadhi Zendejas, quien denunció por “acoso sexual” a un bolero, un franelero y un conserje, porque presuntamente le lanzaron unos piropos pasados de tono.
Entiendo perfectamente que, a todas las mujeres, sin excepción, se les debe de respetar porque absolutamente todos venimos del vientre de alguna de ellas
y el que no lo hace es como si no tuviera madre, pero en este caso creo que la jueza y la propia actriz exageraron en sus apreciaciones.
La primera porque no hay indicios firmes de que se trató de un acoso y, la segunda, porque ya apareció un video en el que se observa cuando saca a pasear a
su perro por céntricas calles de Polanco, pero los acusados ni aparecen, ni a ella se le ve sobresaltada o espantada. Los mismo vecinos dicen que meten las baisas al fuego por los detenidos.
Si lo que quería la actriz era llamar
la atención, por supuesto que lo logró, pero cuántos verdaderos golpeadores, acosadores y abusadores de mujeres andan sueltos y nadie lo molesta. Tan sólo en el Metro hay infinidad de lujuriosos que se la pasan arrimándole el camarón
a Juana y a Chana y nadie hace nada. También hay bandas de mujeres que se dicen acosadas para extorsionar a los usuarios y tampoco nadie hace nada. Entonces ¿Cuándo si y cuándo no se debe considerar el acoso sexual?
Mientras tanto, el bolero, el franelero y el conserje están siendo tratados como auténticos criminales.