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Olga Sánchez Cordero, ex ministra de la Suprema Corte de Justicia y jurisconsulta notable, no está hecha para la política y, mucho menos, para la complejidad de los entretelones partidistas que se extienden por el país y acechan al presidente López Obrador; lo de ella es la maestría, hija de la sabiduría en su ramo, y no los constantes forcejeos con actores disímbolos que pretenden, como la CNTE, soluciones automáticas a los conflictos heredados si bien es cierto que algunos de éstos ya deberían haber sido superados.

La secretaria de Gobernación está ante un berenjenal; cada vez que ofrece una opinión se sale de tono y debe guardar silencio respetuoso después. Por ejemplo, hace unos días, con el tema de los migrantes habló de que nuestras fronteras, la del sur y la del norte, están desbordados o “casi en colapso” como consecuencia de las presiones, cada vez mayores, por parte de quienes emigran hacia el norte aunque, en el fondo, buscan sacudir a nuestro país con solicitudes de trabajo para arraigarse aquí a costa de los mexicanos quienes no tienen siquiera esta oportunidad, digamos aquellos que son llamados “indocumentados” en USA y perseguidos como animales feroces cuando tanto necesitan de ellos.

Y he aquí una de las limitantes mayores del primer mandatario –quien obedece y no el que manda–, en el sentido de no poder hablar a fondo de determinados temas que podrían acarrearnos dificultades diplomáticas si bien, en el caso de España, puso en el horno las afrentas históricas pero no sostuvo su querella al punto de poner en riesgo los intereses hispanos dentro de lo que he llamado “la reconquista”, un término que revuelve el estómago; lo sé.

En la misma línea debiera el presidente entender que a sus gobernados los debe tratar igual, sin calificativos ofensivos ni descalificaciones torpes, porque no se vale que guarde las distancias con el anaranjado Trump y se desquite fustigando a los informadores, críticos y parte de la sociedad mexicana que no lo adula y, aunque coincide con él muchas veces, no pueden sacudirse el sambenito que los incordia bajo el supuesto de cobrarse así.

La nación reclama acciones, no hipótesis. ¿Cómo se enteró Sánchez Cordero que se armaba en Honduras la megamarcha de migrantes, obviamente organizados y financiados por los potentados, sin poder tomar medidas para evitar la arribazón de “invasores” como les llama una parte de nuestra comunidad nacional? Por esos mismos conductos debió prever las anteriores y tratar de sopesar las consecuencias desde que iniciaron bajo el régimen de peña, entonces en finiquito, cuando éste se cruzó los brazos lastimosamente en una más de sus traiciones.

La controversia la tenemos encima y sería un buen motivo para abonar a otra de las consultas ciudadanas; no me gustaría, de modo alguno, observar a mis compatriotas convertidos en xenófobos feroces como los hijos de Trump –es como un insulto–, y su secuela de apoyadores que ya piensan en su reelección.

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