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Todo parece haber salido de control en torno a los poderes políticos, económicos y fácticos de los Estados Unidos. El mandatario de los cabellos naranja –obcecado en creer que puede gobernar a golpes de bravuconerías–, está resultando más torpe que el gobierno mexicano –terrible comparación–, en cuanto a declaraciones y pulsos contra cuantos se pronuncian contra él, desde el muy prestigiado New York Times –el más sólido baluarte del periodismo en la Unión Americana-, hasta el mundo de la farándula en donde situó a la estrella Meryl Streep en el infierno cuando ella fue quien llevó al mandatario a exhibirse per se, como un misógino empedernido y, además, narcisista.
Eso no es todo. Según recogen las agencias especializadas, fue el presidente peor evaluado tras los primeros meses de gestión con un raiting negativo –algo verdaderamente insólito– de menos cuatro por cierto y una aprobación general en picada: el 44 por ciento de aprobación, la más baja de la historia para un mandatario recién llegado a la Casa Blanca –luego fue oscura y ahora naranja y dorada–. Pero los números han revertido y ahora el “pato” Donald Trump cuenta con más de 60 por ciento de avales. El racismo, la xenofobia, el fascismo pues, nos mantiene apergollados.
Durante la ceremonia anual de entrega de los premios Oscar 2017 a “lo mejor” de la cinematografía hollywoodense, fue notable la incontenible crítica contra el huésped de la residencia de la avenida Pensilvania quien, en ese momento, balaba al lado de cincuenta de los distintos gobernadores del país con su característico gesto agrio. Desde el corazón del mundo del cine se le desafió, varias veces, a enviar alguna señal, un tuit cuando menos, para corresponder al alud de bromas, puyas y acusaciones directas contra un gobierno que ha convertido a la mentira más aviesa en ley; hasta se inventó un conflicto con ¡Suecia!, hace dos semanas, sin que jamás desmintiera lo que nunca sucedió preso de su vanidad extrema, más allá de la egolatría de fox para entendernos. Bueno, ni peña ha llegado a tanto.
Ahora bastó una mención al racismo y el éxito del filme “Green Book” por decisión de la secreta Academia, no de muy altas notas, para fustigar a Trump con el público de pie y palmas de las que salía humo contra cualquier forma de discriminación con una guinda: las tres estatuillas ganadas por nuestra “Roma” del genial mexicano Alfonso Cuarón.
Pocos saben además que la cultura de los muros no es exclusiva para México y cunde por el mundo así como la xenofobia se extiende entre los hijos del Tío Sam –los mexicanos que crucen la frontera están advertidos a pesar del dolor que les cause perderse las ofertas de los “malls”–. Por ejemplo, Turquía ya lleva levantada una barda de 290 kilómetros en su frontera con Siria –un documental sobre la guerra en esta nación se llevó una de las codiciadas estatuillas de la Academia sin que sus protagonistas pudieran viajar para recibirla por las prohibiciones absurdas del señor Trump, rechazadas por el conglomerado–, empapados del espíritu del magnate neoyorquino, cada jornada más fuera de sí, mientras crecen los rumores de su necesaria destitución a favor del vicepresidente Mike Pence, lo que no sería gran cosa si bien podría lograrse abandonar la zona de los radicalismos occidentales.