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EN MÉXICO, CUANDO SE HABLA DEL EJÉRCITO EN SU CONJUNTO SON ESCASAS LAS OPINIONES QUE LE CONSIDERAN UNA…

institución destinada a preservar la soberanía sino, más bien, se le señala como un órgano de represión, infiltrado por los grandes cárteles e incluso por elementos armados de los Estados Unidos –una información “top secret” pero revelada por algunos elementos avergonzados–; huele a muerte y a drogas, por las múltiples confiscaciones de las mismas que terminan incineradas.

Alguna vez fui invitado a una de estos fastos de quema de cocaína bajo el mandato de miguel de la madrid y a pocos meses del asesinato de mi padre

–cuya autoría intelectual recayó en el general Juan Arévalo Gardoqui y ensucia las manos del ahora director de la CFE, cuyo nombre nauseabundo me niego a escribir

–. En presencia del mandatario y el general mencionados, se me acercó el jefe del Estado Mayor del segundo, José Ángel García Elizalde, luego ascendido a general, quien me susurró:

–Si no cree que es cocaína puede bajar al campo para que lo corrobore.

–Le agradezco

–le respondí al farsante–

pero no soy parte de este circo. Y lo dije en alto para que escuchara el perverso y cínico presidente que tiempo después, ya sin la banda tricolor que entregó fraudulentamente a carlos salinas, me diría en su casona de Coyoacán:

–Mire, Rafael: todas las buenas intenciones que tenía para llegar al fondo sobre el asesinato de su padre, me las empañaron en Gobernación. La aseveración señalaba al tal Bartlett, como epicentro del “operativo” criminal.

Y así y todo he pedido al presidente López Obrador, a treinta y tres años del crimen, una nueva investigación: el asesinato no prescribe, el poder sí.

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