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Razón o fuerza

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México no se caracteriza por su fuerza militar, tan pobre que el propio secretario de Seguridad Pública, poco docto en la materia pero muy abusado en cuanto a las mudanzas partidistas –PRI, PAN, PRD y MORENA–, insiste en que será hasta dentro de cuatro años cuando “podamos enfrentar de tú a tú” a la delincuencia organizada.
El señor Alfonso Durazo Montaño, quien sí es primo de Arturo “El Negro” de infausta memoria al contrario de lo que en un principio se creía, reveló así, como pretendiendo ser coloquial uno de los dramas mayores del gobierno de México: contar con fuerzas inferiores, en cuanto al poder de fuego, a las de los capos más célebres y hasta de otros criminales, secuestradores y contrabandistas de armas por ejemplo algunos de ellos muy relacionados con los ex presidentes de México desdelos tiempos de echeverría. Un círculo casi diabólico.
No se pondría entender el auge de los cárteles más sanguinarios –en primer sitio los célebres “Zetas” a quienes en Estados Unidos se señala como cooperantes de los terroristas de Medio Oriente–, sin la infiltración severa del ejército, la marina, las agencias federales y la gendarmería que ahora está en cauce de ser la Guardia Nacional reclutando jóvenes como en los peores episodios bélicos de la historia universal.
No estamos como Costa Rica en donde no existe el ejército porque se considera que sostenerlo sería inútil hasta el embate de fuerzas muy superiores del continente; de allí que opten por los valladares de la razón en defensa de una soberanía impecable, seria y con basamentos firmes capaz de derrotar, por la vía de la argumentación y el debate, cualquier intento malsano de las grandes potencias del mundo; y han vencido hasta ahora.
El otro extremo es el de Cuba que optó, un año después de la victoria de os “barbudos”, por formar una fuerza militar con la ayuda entonces del Soviet Supremo y de Nikita Kruschev, para rascarle desde muy cerca las barbas al Tío Sam y prevalecer sesenta años ya apenas moviendo algunas piezas del ajedrez con tan solo tres jefes de Estado reales: Fidel, su hermano Raúl y Miguel Díaz-Canel con mayor estabilidad interior a cada paso.
De allí que las relaciones entre México y Cuba significaron la resistencia contra la injerencia, sobre todo, de los Estados Unidos y el verdadero muro de la razón para aplacar decisiones tan burdsas, y por fortuna fallidas, como la invasión de Bahía de Cochinos en 1961 y los bloqueos estadounidenses de 1962 cuya secuencia se cerró con el asesinato de Kennedy en 1963. La mancuerna de dos naciones con distintas perspectivas pero de enormes nacionalismos cerró las puertas a la expansión de USA.
De allí la importancia de no soltarle la mano a Venezuela, lo que no implica favorecer al gobierno empobrecedor de Nicolás Maduro Moro, en la hora de uno de sus mayores desafíos y con no pocos deseosos de cambiar la dictadura del chavismo extendido con los grilletes de la Casa Blanca que se extienden, como pulpos, por todo el continente.
En el fondo, la lucha es por la libertad desde cualquier ángulo que se mire; pero, además, por la razón que estriba la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, el sustento de la paz verdadera.

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