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El municipio mexiquense ocupa el lugar 2,463 de 2,469 en marginación social a nivel nacional, con 34.1% de su población en pobreza y 3% en pobreza extrema
Redacción
Grupo Cantón
A pesar de los discursos de transformación y justicia social, el gobierno de Daniel Serrano en Cuautitlán Izcalli enfrenta una realidad marcada por la marginación, el rezago y la pobreza estructural.
De acuerdo con el Informe Anual sobre la Situación de Pobreza y Rezago Social 2025, el municipio ocupa el lugar 2,463 de 2,469 en el índice nacional de rezago social, lo que lo posiciona entre los más rezagados del país.
Los indicadores son contundentes: el 34.1% de la población vive en situación de pobreza, de los cuales el 3% enfrenta pobreza extrema. Además, el 42.5% carece de acceso a seguridad social, el 26.7% no cuenta con servicios de salud, y el 18.4% sufre carencia alimentaria. El ingreso laboral promedio mensual es de apenas $10,610, por debajo del promedio estatal, y el coeficiente de Gini municipal es de 0.357, reflejando una alta desigualdad.

El rezago educativo afecta al 6.5% de la población, mientras que más de 5 mil personas viven en viviendas sin servicios básicos o con espacios inadecuados. La planeación del Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social Municipal (FAISMUN) muestra una inversión de $25.9 millones de pesos en 2024, pero sin asignaciones para agua potable, alcantarillado, electrificación ni mejoramiento de vivienda. La urbanización concentra el 58.9% del presupuesto, sin atender las carencias más urgentes.
El contraste entre los recursos disponibles y la persistencia del rezago evidencia una gestión deficiente. No hay obras planeadas en salud, educación, ni vivienda digna, mientras que las Zonas de Atención Prioritaria urbanas siguen sin intervención efectiva. La falta de resultados tangibles en infraestructura, servicios básicos y combate a la desigualdad pone en entredicho la capacidad del gobierno local para revertir décadas de abandono.
Cuautitlán Izcalli, lejos de avanzar, se hunde en una espiral de rezago que exige respuestas urgentes, planeación estratégica y rendición de cuentas. El discurso no basta: los datos revelan una administración que concentra pobreza y posterga soluciones.
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