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Savater y las drogas

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Por Eduardo López Betancourt

elb@unam.mx

AUTOR DE NUMEROSOS ENSAYOS

Fernando Savater nació en San Sebastián, España, en 1947. Estudió Filosofía y Letras en Madrid y es autor de numerosos ensayos y recopilaciones de artículos, un género con el que me siento plenamente identificado. Además, compartimos la afición por los habanos, una circunstancia que, al practicarla, nos invita a la reflexión.

En este sentido, Savater ha publicado diversos artículos sobre el tema de las drogas, un asunto que también me interesa. En lo particular, desde hace treinta años he propuesto su legalización, lo cual no significa despenalización. Brindar un marco legal al cultivo, distribución y, en especial, al consumo de estupefacientes es una obligación del Estado. Sin embargo, este no lo hace, quizá porque su omisión sugiere una implicación en el lucrativo negocio que representa el mercado negro de narcóticos.

Retomando a Savater, él señala que los gobiernos pueden prohibir ciertos comportamientos humanos o intentar abolirlos, pero no pueden negar su existencia ni legitimarlos completamente. Sostiene que la pretensión de impedir el consumo de drogas es absurda, ya que estas sustancias existen en la naturaleza o son producto del ingenio humano. Lo expresa con claridad en una frase muy elocuente: “Se puede prohibir el alpinismo, pero no legalizar las montañas…”. Del mismo modo, afirma que se puede penalizar la fabricación, el uso y la venta de determinadas sustancias, pero no se puede hacer desaparecer algo que abunda en el medio ambiente, especialmente en esta época dominada por la química.

Concluye que la meta no debe ser únicamente la legalización, sino, más bien, la despenalización del uso. Este planteamiento, según él, recupera un derecho indiscutible del ser humano: el de disponer de su propia vida como lo considere conveniente. En gran medida, Savater defiende lo que se conoce como libre albedrío, es decir, el derecho de cada persona a actuar conforme a sus propias decisiones, sin hacer daño a los demás.

Es cierto que podemos tener matices distintos, pero al final compartimos con el destacado autor hispano una preocupación común: la necesidad de replantear con seriedad el enfoque estatal sobre las drogas y los derechos individuales.

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