333 lecturas
Gustavo Infante Cuevas
Lo de este sábado no fue una pelea, fue un trámite incómodo. Jake Paul venció a Julio César Chávez Jr. por decisión unánime, pero más allá del resultado, lo que vimos fue el lamentable regreso de un boxeador que ya no está para esto. Chávez Jr. se presentó como una sombra del que alguna vez fue campeón mundial. Tiró 154 golpes en 10 rounds. Promedió 15 por round. ¿Eso es boxear?
Paul hizo lo que quiso, sin necesidad de arriesgar demasiado. Lo mantuvo lejos con el jab, conectó 140 golpes y caminó tranquilo hacia una victoria clara. ¿Mérito? El justo. La realidad es que esta pelea fue mala, floja y triste. Lo más doloroso no fue que Jake Paul ganara… fue ver a Chávez Jr. sin alma, sin condición y sin ganas.
El Jr. que ilusionó hace años ya no existe. Lo de ahora fue un espejismo, una despedida sin anuncio oficial. Su carrera, guste o no, terminó. Y el apellido, que pesa mucho, no puede seguir sosteniendo una figura que ya no compite. Jake Paul se llevó el show, pero lo que se llevó el boxeo fue una decepción.
