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Gobernadora y presidenta

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Por Eduardo López Betancourt

Enfrentamiento improductivo

El estado de Guerrero ha sido golpeado duramente por la naturaleza en los últimos tiempos. El devastador huracán Otis destruyó casi por completo el puerto de Acapulco y sus alrededores. Al año siguiente, la tormenta John causó nuevos estragos. A estas tragedias se suma una alarmante crisis de seguridad: toques de queda, extorsiones y el llamado cobro de piso se han impuesto por encima de las autoridades municipales, que en muchos casos se han convertido en simples marionetas o, peor aún, en cómplices del crimen organizado.

Como si esto fuera poco, la gobernadora y la presidenta municipal de Acapulco protagonizan un enfrentamiento improductivo, más propio de disputas personales que de una relación institucional. Ambas han demostrado ser incapaces de desempeñar eficazmente sus responsabilidades.

Es bien sabido que la mandataria estatal ocupa una posición secundaria, ya que quien realmente toma las decisiones es su padre. En cuanto a actos cuestionables, ambas destacan. De manera descarada, la jefa del Ejecutivo estatal asignó un cargo relevante a su pareja sentimental y colocó a su cuñado al frente del Congreso local. Acciones que contradicen los principios de ética y justicia promovidos por la 4T.

Por su parte, la alcaldesa tampoco ha mostrado eficiencia. Su administración se caracteriza por conflictos constantes, abandono de zonas prioritarias dentro de su jurisdicción, reiteradas protestas ciudadanas y una dependencia altamente señalada por actos de corrupción: la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio de Acapulco (CAPAMA), donde ha colocado a familiares siguiendo el mismo patrón de nepotismo que su superior.

Como bien dicen los guerrerenses al referirse a ambas funcionarias:

“Tan mala la pinta como la colorada.”

Es urgente que el Gobierno Federal actúe con formalidad. Los habitantes de esta importante entidad no merecen estar bajo administraciones ineptas, marcadas por la deshonestidad, ni volver a los escenarios de violencia e inestabilidad del pasado. Guerrero no debe convertirse nuevamente en un polvorín cuyos efectos afecten al resto del país.

Se requieren gobiernos capaces, comprometidos con el bienestar del pueblo y alineados con los verdaderos valores de la 4T.

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