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REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN
Durante años, los habitantes de la colonia Nueva Oxtotitlán en Toluca vivieron con angustia, náuseas y el temor constante de que un brote infeccioso se desatara justo al lado de sus hogares.
En una vivienda ubicada sobre la calle Laguna Misteriosa, casi esquina con Lago Atabasca, se acumulaban no solo montañas de basura, sino también el miedo, la rabia y la desesperación de toda una comunidad. Fue hasta ahora tras años de omisión que las autoridades intervinieron para limpiar el lugar, gracias a la presión de vecinos que ya no podían más.
“Era una bomba de tiempo. Ya no sabíamos si salir a barrer o correr a los niños adentro. Las ratas caminaban como si fueran parte del paisaje”, relata Ana Martínez, vecina directa del domicilio.
El inmueble, habitado por Don Emilio quien padecía un trastorno de acumulación compulsiva contenía cerca de cinco toneladas de desechos. Pero no solo era un problema de basura: también se convirtió en refugio de personas sospechosas, lo que disparó la percepción de inseguridad en la zona.
La escena que encontraron los trabajadores del Ayuntamiento, fue casi indescriptible: vidrios, muebles rotos, juguetes destruidos, bolsas con basura orgánica, llantas viejas, e incluso estructuras metálicas oxidadas formaban un laberinto de desechos que llegaban hasta el techo.
La acción se realizó bajo el amparo del artículo 124 del Bando Municipal, el cual sanciona a quienes acumulen residuos de manera irresponsable. Sin embargo, lo que inició como una denuncia vecinal terminó revelando un problema más profundo: Don Emilio, además de ser un acumulador compulsivo, enfrentaba problemas de adicción que no habían sido atendidos.
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