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Por Eduardo López Betancourt
elb@unam.mx
NOS HEMOS ACOSTUMBRADO A QUE LA VIOLENCIA INVADA
En nuestro País nos hemos acostumbrado a que la violencia invada todos los ámbitos. Al final, las autoridades competentes se han visto rebasadas. Escuchar sobre crímenes brutales en México ya no sorprende: cuatro muertos en Culiacán, diez en Acapulco, tres en la Capital del País… De esta forma, no hay un solo rincón del territorio Nacional donde no se haya impuesto la violencia y el dominio del crimen organizado.
La respuesta oficial es siempre la misma: “Estamos investigando… ya se abrió una carpeta… llegaremos hasta las últimas consecuencias…”. Simples palabras. Promesas incumplidas. Fiscalías y cuerpos policiales ineficaces, comenzando por aquellos responsables del ámbito Federal. Su papel se reduce al de espectadores que jamás asumen su responsabilidad.
La crueldad ha alcanzado incluso el ámbito político: candidatos masacrados, funcionarios asesinados sin que se conozcan los autores ni los motivos. Hemos llegado al punto en que hechos verdaderamente trágicos ya no nos conmueven. Nuestra capacidad de asombro ha sido superada por una amarga realidad.
Es evidente que estamos en una situación alarmante, al borde de que los ciudadanos comiencen a pensar en la autodefensa y la venganza privada, lo cual sería el colapso del orden social.
Necesitamos con urgencia seguridad y paz. La primera debe garantizarla una policía profesional y eficaz, así como fiscalías dirigidas por personas preparadas y comprometidas con el servicio público. La paz será el resultado de que cada ciudadano pueda vivir sin miedo, sin la incertidumbre de si llegará o no a casa. No podemos permitir que la ley de la selva se mantenga como norma.
Dividir al País nunca será la solución. Por el contrario, esa fractura alimenta el odio, el resentimiento y fortalece el crimen en su máxima expresión.
Por favor: requerimos seguridad y paz.
