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Por Ricardo Sevilla
Ya se eligió a los ministros, magistrados y jueces. Ya se votó. Y votó mucha gente.
Votó el pueblo, que no es una masa homogénea. Cada persona, cada familia, cada grupo de amigos es distinto y tiene pensamientos, emociones, sentimientos e intereses propios.
Y esta (afortunada) diversidad de predilecciones individuales y grupales hace que la noción de “voluntad popular”
sea sumamente complejo.
¿Qué es la voluntad popular? Es una pregunta que le ha quebrado la cabeza a generaciones de sociólogos.
En todo caso, yo pregunto: ¿en qué coincidió la voluntad popular el domingo? En participar en las elecciones judiciales.
Desde luego que hubo gente que fue a votar a regañadientes. Eso no se puede negar.
En diferentes lugares se documentó que hubo personas que fueron para obtener unos pesos, hubo otras que fueron a apoyar al candidato que les fue sugerido por un jefe de manzana, un coordinador territorial, un senador o diputado.
Pero, francamente, fueron solo un puñado de casos. La mayoría de la gente que participó en la jornada electoral fue por su propia voluntad. Y, en consecuencia, fue a ejercer un voto informado y libre de presiones. Eso también hay que decirlo, reconocerlo y celebrarlo.
La elección judicial, a pesar de la campaña de descrédito en su contra, motivó a buena parte de la población para que saliera a participar. Y eso es lo más importante.
¿Es perfectible la elección? ¡Por supuesto! El INE tendrá que hacer una revisión profunda para mejorar la metodología. El Instituto Nacional Electoral seguramente ya detectó las muchas deficiencias que hubo en la implementación del proceso. Y tendrá que corregir esos yerros.
Ahora bien, muchos acusan que los nuevos juzgadores no serán independientes. Y eso no lo sabremos hasta que entren en funciones y comiencen a trabajar.
Lo más importante es que el pueblo observará si estos juzgadores actuarán con rectitud, libertad e independencia. Y si no es así, el pueblo se los demandará, porque será el gran fiscalizador del Poder Judicial.
