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Por Salvador Guerrero Chiprés
@guerrerochipres
EL LLAMADO A ABSTENERSE NO REFLEJA UNA POSICIÓN NEUTRAL
En la nueva etapa de la democracia mexicana, quedarse al margen, no votar, es como rendirse sin pelear, dejar en manos de otros algo tan importante como el diseño de la justicia, cuando más se necesita la participación colectiva.
El llamado a abstenerse no refleja una posición neutral, sino una forma de renunciar a influir en un Poder Judicial que durante años ha funcionado sin contrapesos reales. Tampoco impide que haya ganadores.
Cuando las élites políticas se niegan a participar —como lo ha expresado la oposición— porque las reglas ya no les convienen, la democracia se debilita. Incitar a la abstención este domingo, en un proceso histórico para elegir jueces y magistrados, es justamente eso: un intento de sabotear un ejercicio que no les resulta favorable.
En una democracia madura, ninguna institución debe estar fuera del alcance del juicio ciudadano, y en ese sentido, las elecciones serán una extensión natural del principio democrático: rendir cuentas ante el pueblo. La Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, lo sintetizó como la “apuesta (para que) las y los juzgadores conozcan el territorio, escuchen a la gente, entiendan las realidades diversas (…) y ejerzan su función con imparcialidad, ética y responsabilidad social”.
El Poder Judicial había estado blindado al escrutinio ciudadano. Los ministros de la Corte, magistrados y jueces habían sido nombrados mediante procesos cerrados, controlados por los otros poderes del Estado sin participación directa de la ciudadanía.
¿Por qué votar por quienes imparten justicia? Porque implica intervenir en la construcción de los marcos legales de la vida cotidiana. No hacerlo significa regalar el derecho de decidir. Sería una rendición disfrazada de neutralidad frente a la herramienta más poderosa de la ciudadanía: el voto.
